Tropezar dos veces o varias veces con la misma piedra, equivocarse es una rara habilidad que tenemos los seres humanos. Un dicho popular que demuestra nuestra dudosa capacidad de aprendizaje y nuestra reincidencia de cometer los mismos errores, de los que nunca terminamos de aprender lo suficiente. La incapacidad que tenemos los humanos de equivocarnos, se supone que es porque somos seres imperfectos, pero muchas veces parece una tendencia a la equivocación y la reivindicación del continúo fracaso. Es verdad, que el método científico, se basa en el método heurístico del «ensayo y error», donde el error es el fenómeno que determina la sucesión de los acontecimientos. Pero, es un poco triste que en nuestra vida cotidiana, no se aprenda de los errores.
Nos caracterizamos los seres humanos por la reiteración de comportamientos y de cometer errores que producen grandes consecuencias y que algunos pueden ser irreparables, como la pérdida de vidas humanas. Los errores que cometen nuestros gobernantes, no es solo el problema de equivocarse, es que trasladan su responsabilidad a la ciudadanía. Si durante el comienzo de la pandemia, se desconocía casi todo sobre la Covid-19, murieron miles de personas, hubo carencia de material sanitario y se llegó al colapso hospitalario. Desde la afirmación de Pedro Sánchez el 10 de junio: «hemos vencido al virus», que fue una forma de alentar a la población y de intentar «salvar el verano». A partir de ahí, se ha producido una cadena de errores, la fundamental que nuestros gobernantes no tenían previsto que hubiera una segunda ola o por lo menos tan pronto.
Se comenzó el desconfinamiento en junio, demasiado rápido en reabrir y demasiado lento en implementar medidas. Ni se aumentó la plantilla de rastreadores, ni se reforzó la Atención Primaria. Lo que fue una falta de previsión ha precipitado unas consecuencias posteriores, que se intenta paliar con tantas medidas como Comunidades Autónomas, que son claramente insuficientes y que nos llevan a unos resultados peores que los de la primavera. Ahora parece que todo radica en la esperada vacuna, porque nadie quiere un confinamiento total, que podría ser la ruina total de la economía y que condenaría a la miseria a millones de personas. Estamos ante la incertidumbre de morir de hambre o de coronavirus.
Debemos pensar que esta situación continuará durante bastante tiempo, las vacunas que nos «venden» los medios de comunicación con su pronta aparición, solo supondrán una reducción sustancial en la carga futura de la infección, pero no la desaparición total. Otro gran problema es la fabricación, no se podrá desplegar ampliamente a toda la población, porque no habrá vacunas suficientes. Sin hablar que las diferentes vacunas ofrezcan una protección parcial o total. Es muy fácil dejar toda la responsabilidad a una vacuna, porque de momento nuestros dirigentes no han hecho nada para evitar equivocarse y seguir cometiendo los mismos errores dos veces…