El voto protesta.

Cada cuatro años, se nos da a los ciudadanos la posibilidad de elegir a los que nos gobiernen. El voto protesta se ha convertido en algo que ha pasado de ser anecdótico para los partidos  que tienen opciones reales de gobierno a una preocupación. El voto y la abstención como forma de protesta, supone los que lo hacen debido a factores individuales y los que lo explican como protesta activa, a partir de factores sociales. En los factores personales puede influir variables como la educación, el estatus social, la situación laboral, los ingresos, la edad, y otras similares. Sin embargo en la protesta activa parte de factores como la ineficacia política, el simple desengaño o el cansancio de la ciudadanía. Con el voto se decide una opción que, ya sea por el candidato, el partido o ambos cumplen con la expectativa de gobierno; sin embargo, para muchos electores cada vez es más difícil votar no por la falta de opciones, sino por considerar que ninguno de ellos cumplen sus expectativas.

Esto significa que no sólo existe gente que no quiere participar en una elección, sino además que hay personas que buscan un voto de protesta. Porque cada vez gente considera que los partidos tradicionales no tienen su confianza y buscan otras opciones. El conjunto del voto en blanco, del voto nulo y la abstención suponen también parte de ese voto protesta que es una expresión ciudadana legítima y pacífica contra el sistema y sus gobernantes. El voto protesta es una amalgama entre el problema del abstencionismo y la incredulidad del ciudadano, abriendo

la necesidad ciudadana de formas nuevas de expresión. El movimiento del 15-M en 2011, llenó plazas en España, protestando contra la crisis, el desempleo y la corrupción miles de personas, con el objetivo de acabar con el bipartidismo. Los indignados lejos de sindicatos o partidos políticos, se organizaron con un modelo horizontal, sin un líder identificado. El hartazgo social con consignas como «No nos representan» y «Que se vayan» fueron catalizadas por Podemos, que ascendió rápidamente hasta convertirse en tercera fuerza política del país, haciendo saltar por los aires el bipartidismo. Pero, todo ello se desvaneció.
En las elecciones generales del 10 de noviembre de 2019, las segundas elecciones generales de aquel año, después de que el Congreso quedase bloqueado tras las de abril por la falta de acuerdos, lo cual provocó aquella repetición electoral. Hubo otro voto protesta, el de los ciudadanos que decidieron votar a la ultraderecha, hasta convertir a Vox, en la tercera fuerza del Congreso con 52 diputados y más de 3,64 millones de votos, el 15,09% de las papeletas, doblando en tan solo seis meses su número de escaños con cerca de 952.000 votos más. En estas elecciones del 23 de julio el voto protesta ha sido a favor de las fuerzas progresistas, aunque el triunfador haya sido el PP y el desplome de Vox con la pérdida de 19 escaños. Pero, ¿cómo será el voto protesta, si no hay investidura de Feijóo o de Sánchez y hay nuevas elecciones? La ciudadanía está cansada, y el voto protesta podría servir para que la derecha, esta vez vez, alcance la mayoría absoluta.

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