El discurso del miedo.

discurso del odio

El discurso del miedo, es apelar a la irracionalidad, a la alarma social y al peligro. Abusar de los sentimientos en la política, es una manera de desesperación, de falta de ideas. El miedo intenta dividir y enfrentar a la sociedad, fomentando la lógica binaria del amigo-enemigo. Eso que le funciona tan bien al populismo de derechas, no sirve para parar a la derecha extrema y menos a la extrema derecha. El populismo de derechas recurre a conceptos como la nación, la seguridad, buscar un enemigo como causa de todos los peligros. Y, eso les funciona, basta con interpretar el discurso antes de las elecciones del 28-M: unidad de España, terrorismo y sanchismo.  Es decir, existe un enemigo que representa todo lo negativo y lo recusable, es la causa de todas las amenazas. La sensación de inseguridad y el miedo solo sirve para unir al voto conservador, pero el miedo a la extrema derecha deja a los votantes progresistas desmotivados y desmovilizados en sus casas.

El discurso del miedo de las derechas hace crecer la idea del descrédito de la política, incluso de la democracia. Se vierten teorías conspirativas, donde se busca un retroceso en las libertades individuales, la sensación de inseguridad y miedo. Donde la xenofobia o la transfobia se disfrazan por una profunda preocupación por la pérdida de lo propio, de lo supuestamente normal, peligros que afectan al colectivo, a la nación, a la cultura, a la raza o incluso, a la religión. Es la vuelta a la mano dura, al negacionismo de lo evidente, a confirmar los prejuicios, las creencias preestablecidas, a desestimar cualquier dato o estudio que contradiga sus argumentos. A la manipulación constante, para sostener sus posturas, pero que cada vez está aumentando en Europa, en el mundo y también en España. El progresismo se queda sin argumentos, con el «que vienen los malos», con el miedo a la derecha, porque cada vez hay más votantes que están convencidos de que la derecha extrema y la extrema derecha no son tan malas, o simplemente son mejores que las políticas de izquierdas.

Vivimos en un momento de desmovilización del voto de izquierdas, de desánimo”, de derechización del voto. Donde la derecha ha sabido neutralizar los miedos con una estrategia comunicativa hábil, donde el cambio político de Andalucía, la entrada de la extrema derecha en Castilla y León o las posturas radicales de la Comunidad de Madrid, han servido para reforzar el voto de la derecha. Pactar con Vox, no pasa factura, mientras en 2018, el partido de Abascal no quería entrar en los gobiernos. Ahora sí. Y, además sirve para que ellos aumenten los votos y para que el Partido Popular se presente como la opción más segura. El electorado se ha convertido en más pragmático que antes y se ha olvidado de la ideología, donde se olvidan que la derecha recorta libertades y privatiza.

El surgimiento de un nacionalismo español duro a raíz de la crisis catalana, el peligro de la unidad de España ha arrastrado a antiguos votantes progresistas hacia la derecha. Donde la pandemia ha alimentado el desencanto de la ciudadanía y el culpar de todo al Gobierno de España, olvidando logros sociales como la reforma laboral, la del salario mínimo interprofesional o la subida de las pensiones y la aprobación de leyes, que el PP derogará si ganan estas elecciones. El PP se esfuerza en hablar de cambio de ciclo y de momento, las elecciones municipales y autonómicas apoyan dicha teoría. Manteniendo y alimentando los miedos, los prejuicios y la polarización de la sociedad. Saben que ese es el contexto que necesitan para lograr su objetivo final. Mientras la izquierda al PSOE, seguirá «in extrimis» a unirse o no, al proyecto de Sumar de Yolanda Díaz, pero que difícilmente será capaz de ilusionar para ganar estas elecciones con su discurso del miedo y su falta de unidad pragmática.

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