Las teorías conspiranoicas.

teorías conspiranoicasLas teorías conspiranoicas aunque pueden parecer un producto del mundo moderno, difundidas a través de las redes sociales, han existido siempre, desde que ha habido seres humanos, es una forma de explicar lo inexplicable. Las religiones han sido siempre una base para los teóricos conspiradores, en gran parte debido a buscar explicaciones basadas en la fe antes que en la ciencia, buscando reacciones defensivas ante todo lo que pudiera significar cambio, modernidad, progreso social e igualdad humana. Durante un período largo de nuestra historia las supersticiones y la persecución religiosa ganaron a la razón y al conocimiento, donde el pecado y lo sagrado dirigió el mundo, deteniendo el progreso de la ciencia. Las teorías de la conspiración son teorías que algunas no se pueden probar, pero también algunas que se falsifican en la política, religión, en todo lo posible e imposible.

Hemos tenido teorías de la conspiración en tiempos modernos, desde el asesinato de Kennedy en Dallas, los atentados del 11 de septiembre como resurrección del mito de las teorías de la conspiración universal o en España las teorías de la conspiración del 11-M, donde el Partido Popular y concretamente el presidente del Gobierno José María Aznar asignó la responsabilidad a ETA de los atentados que mataron en 2004 a 191 personas a tres días de las elecciones. Rechazando a priori que fuera una consecuencia relacionada por el apoyo de Aznar a la invasión de Irak en 2003. Las teorías conspiranoicas siempre están relacionadas con una cadena de bulos y mentiras, con la intención de ocultar la verdad.

Las teorías de la conspiración se extienden con rapidez y otras desaparecen o quedan circunscritas a grupos de ultraderecha. Normalmente se producen en épocas de gran tensión social, que son momentos propicios para ellas y que algunos las propagan para perjudicar a sus adversarios o para evadirse de su responsabilidad. La extrema derecha se ha dedicado a verter sus teorías conspiranoicas: desde los movimientos antivacunación, donde se habló de una conspiración médica y farmacéutica en la pandemia del Covid-19, la experimentación con virus que sirve a los gobiernos del primer mundo reducir el desarrollo poblacional. La negación del cambio climático y el culpar a las estelas de los aviones, que no son más que nubes de hielo con la apariencia de líneas largas que se forman a su paso, culpabilizando a los «contrails» como un plan secreto del gobierno para controlar el estado del tiempo. Es decir, que si no llueve es por culpa de los chorros de gases que salen de los motores de los aviones. Lo más grave no es lo absurdo de estas ideas, sino que halla personas que se lo crean.

La extrema derecha pretende despistar la atención de lo importante, por temas impactantes y lo más superficial posibles. Buscando los afectos primarios e inmediatos, todo lo contrario a la razón, todo con la simplificación y repetición, quedarse siempre en la anécdota y no en la categoría, siempre mensajes vacíos y emotivos buscando la visceralidad evitando la acción reflexiva. Donde la conspiración hace olvidar conceptos como la democracia, la igualdad o los derechos de las personas, proliferando políticos populistas como Donald Trump en Estados Unidos, Matteo Salvini en Italia, Orbán en Hungría,  Marine Le Pen en Francia, Jair Bolsonaro en Brasil o Santiago Abascal en España que viven de la conspiración y que quieren que les voten por su falta de ideas y de alternativas, con el único objetivo de acabar con la democracia.

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