El temor al cambio es parte de la naturaleza humana, «más vale malo conocido, que bueno por conocer». Es más fácil y cómodo atenerse a lo conocido que aventurarse en lo desconocido, lo desconocido implica abrir incógnitas, aprender nuevas cosas y desaprender otras. Siempre tenemos el temor de que puedan ir las cosas peor, pero también siempre puede venir algo mejor a lo que tenemos. Pero, es una simple cuestión de asumir nuestra parte de responsabilidad, somos libres para tomar decisiones. Se busca ciudadanos sumisos y consumidores voraces, para perpetuar el funcionamiento del sistema. A veces nos resulta más sencillo y confortable pensar que no se puede cambiar nada, que es imposible,
No todo cambio es bueno por si mismo y todo cambio es percibido como amenaza, el cambio puede ser malo o incluso peor. Pero, muchas veces hay que correr el desafío, el riesgo del cambio para tener una esperanza de mejora. ¿Por qué tanto temor al cambio? La gente le tiene miedo al cambio, a pesar del cansancio y el hartazgo de gran parte de la población con algunas opciones políticas, prefieren seguir votando por lo mismo o lo que es peor, deciden abstenerse en las elecciones y con ello dejar que el poder siga perpetuándose en los mismos. Sentir miedo por el cambio es legítimo, pero no hacer nada para cambiar la sociedad es de cobardes.
No nos gusta cambiar porque a menudo lo hemos hecho cuando no nos ha quedado más remedio. No estoy muy seguro de que ciudadanos y políticos pensemos lo mismo; una mayoría de los españoles reclamamos más transparencia, democratización de las organizaciones políticas, eliminación de privilegios, castigos ejemplares contra la corrupción… Cambiar significa resistirnos, quejarnos, buscar algo nuevo pensando que puede ser mejor. Hay que ser más exigentes con nuestros representantes políticos, hay que denunciar la falta de transparencia, recuperar la iniciativa ciudadana y rebelarnos en contra de todos los que han provocado esta crisis económica.
Hay que confiar en opciones nuevas, dejar de votar a partidos que tienen prácticas corruptas y desear que aparezcan más opciones políticas, más partidos políticos con cambios radicales en los discursos y que la praxis de los partidos tradicionales sean capaces de ilusionarnos. Un partido nuevo lo tiene difícil para llegar al poder, pero está en el voto de los ciudadanos la posibilidad de comenzar el cambio. El cambio comienza en nuestra actitud, colaboración, transparencia, objetivos y sistemas diferentes, pero si realmente queremos cambiar hay que rebelarse en las urnas.