El presidente Emmanuel Macron, en la primera reunión de Gabinete de Francia tras las vacaciones de verano, ha advertido que: «Estamos viviendo el fin de la abundancia, de la liquidez sin coste«. Una eufemismo para avisar a los franceses de que se avecinan meses difíciles y que tendrán que hacer sacrificios. Si hacemos caso al refrán de “Cuando las barbas de tu vecino veas pelar, echa las tuyas a remojar”, es un mensaje para todos los europeos de cara al riesgo de recesión en Europa y a un invierno difícil, donde se prevé escasez de recursos y aumento en los costos de la energía eléctrica, como consecuencia de la guerra en Ucrania y los efectos del cambio climático. Ahora, nos quedará la duda, si los sacrificios serán para los de siempre o será una forma de que unos pocos se hagan más ricos y obtengan más beneficios.
A lo mejor el fin de la abundancia, tiene que ver con lo que decía Nicolás Sarkozy de «refundar el capitalismo» sobre bases éticas del esfuerzo y del trabajo. Aunque es imposible refundar el capitalismo sin serlo. Quizás lo único cierto es que la economía del siglo XXI no puede gestionarse con los instrumentos del siglo XX, y que todos hemos de reflexionar sobre lo que está sucediendo. Hemos de sacar las conclusiones de la crisis para que no se reproduzcan. No se puede asumir el riesgo de estar en las manos energéticas de Rusia y que los países no vean dicho riesgo.
La profecía de Macron, aunque dirigida a los franceses, es un aviso a navegantes de que el fin de la abundancia, es un aviso de los recortes que pueden haber, en definitiva, del fin del estado del bienestar que nos espera. Porque el mensaje es para los mismos que llevan encadenando crisis tras crisis, millones de trabajadores y trabajadoras que llevan años de empobrecimiento. El modelo neoliberal se ha presentado como el único modelo válido para el desarrollo económico de los Estados. El neoliberalismo, la ideología hegemónica en materia económica desde el comienzo de la década de 1980, ha fracasado. La avaricia de unos pocos supone, que para que unos pocos sean más ricos, millones de personas son cada vez más pobres. Donde el egoísmo extremo está cercenando los derechos más elementales de la mayoría de la sociedad.
Una crisis financiera que sufren las clases más desfavorecidas, que sufren el recorte de los gastos sociales, la liberalización de precios de productos básicos y el desmantelamiento de cualquier política de tipo proteccionista. Por contrapartida, los más ricos obtienen cada vez más beneficios, además de una fiscalidad casi nula. El neoliberalismo es igual a más pobreza, más desempleo, más desigualdades sociales y más concentración de la riqueza en manos de unos pocos. El fin de la abundancia anunciada es para los pobres, no para los ricos.