Hay un refrán que dice que «el agua siempre vuelve a su cauce», es decir que por mucho que los seres humanos, ante la necesidad de crecer y el afán de usar terrenos donde han sido cauce natural del agua, en temporadas de lluvia, siempre el agua volverá a su cauce original. Debido al desarrollo de los núcleos urbanos, a su crecimiento territorial y también a la especulación, nos hemos apropiado y hemos querido ejercer una posición de poder sobre la naturaleza, transformando el entorno natural sin pensar en la fuerza y el comportamiento del agua.
Hemos alterado el equilibrio ecológico de nuestro entorno, poniendo edificaciones, carreteras y movimientos de tierras que se han convertido en zonas de inundaciones, con el peligro de que son habitualmente zonas pobladas. Porque hemos de diferenciar lo que es el cambio climático provocado por la contaminación: con sus episodios graves de inundaciones, la crecida del nivel del mar, la intensificación de las sequías, los ciclones y huracanes, sumado al aumento de las temperaturas, con otra cosa muy diferente que es asentarse en lugares inadecuados. Si podemos establecer una relación entre la mano del hombre y el cambio climático, está claro que también entre la ordenación territorial y los posibles desastres.
Los motivos que pueden ocasionar inundaciones son principalmente las modificaciones que se hacen en la superficie de la tierra: construcciones y desvíos de aguas pluviales, eliminación de bosques, obstrucción de canales y sumideros, eliminación de humedales, movimientos de terreno… Como consecuencia del ciclo hidrológico y el calor , la evaporación y posterior condensación causa las precipitaciones. Cuando estas precipitaciones son intensas ocasionan inundaciones. La Depresión Aislada en Niveles Altos (DANA) es un fenómeno meteorológico anual generado por un embalsamiento de aire frío en la atmósfera, que ha barrido esta semana la Comunitat Valenciana, la Región de Murcia, Baleares, parte de Andalucía y Comunidad de Madrid. No se puede evitar, pero si que se puede buscar soluciones por parte, principalmente de las administraciones locales y autonómicas, para un ordenamiento del territorio más racional que evite los desastres ambientales, económicos y sobre todo de vidas humanas. La actuaciones imprudentes del ser humano en el territorio son los motivos principales ante la vulnerabilidad y exposición ante los peligros naturales, porque el agua siempre vuelve a su cauce…
La lucha ecologista está en nuestras manos, pero la responsabilidad de la ordenación del territorio es de los políticos y de todos aquellos que priorizan el interés económico, por encima de la seguridad de las personas. La generación de problemas no es porque llueva, sino muchas veces por el uso indebido del suelo y la modificación de los terrenos sin respetar el comportamiento natural de las aguas, además, de unas pésimas calidades de construcción. Todo un conjunto de acciones generadas por el ser humano que sus consecuencias las pagan los más desprotegidos de nuestra sociedad.