Denunciar la violencia contra las mujeres, como consecuencia de un sistema patriarcal y jerárquico, que discrimina lo femenino en beneficio de la supuesta supremacía de lo masculino. Considerado como un problema menor o inexistente durante muchos años, hasta la década de los noventa del siglo XX este proceso no experimenta un cambio cualitativo, cuando se animó a las mujeres a visibilizar estas situaciones, para que la mujer presentara la denuncia. Muchas mujeres aún, por debilidad emocional, física y social, por temor y dependencia afectiva o económica referidos al agresor, se niegan a denunciar a su agresor. A lo anterior se une un sistema policial y de justicia que culpabiliza a la víctima e implica una doble victimización de la mujer : víctima no solo de una terrible situación de violencia, sino también de una serie de acusaciones que le responsabilizan de esa situación. Generando un ambiente poco propicio a la denuncia, donde la mujer se siente aún más vulnerable y que se siente culpable, donde se olvida el objetivo inicial: ayudar y proteger a la mujer.
En los últimos años se han promulgado importantes leyes en nuestro país para proteger a las víctimas de la violencia. Pero, la violencia contra las mujeres tiene raíces estructurales de una forma cultural, de definir las identidades y las relaciones entre los hombres y las mujeres. Esto sucede en todas las clases sociales, religiones y niveles educativos. La violencia contra las mujeres es el modo de afianzar ese dominio, donde no es un fin en sí mismo sino un instrumento de dominación y control social. Por eso es tan necesario establecer actitudes sociales y leyes que favorezcan la igualdad de los géneros y de las relaciones sexuales. Denunciar es la mejor defensa.
La violencia contra las mujeres, que sufren desde agresiones psicológicas, agresiones verbales, agresiones físicas hasta su expresión máxima que es la muerte o feminicidio, no puede desplazar la responsabilidad del maltrato a la mujer. Durante muchos años la violencia de género ha permanecido “invisible” para la sociedad, no ha existido respuesta adecuada desde ámbitos sociales, políticos o judiciales, creando una discriminación por sexo que han supuesto una marginación legal, laboral, económica y social real.
Mientras la ultraderecha pretende desmontar todos los avances de las políticas de igualdad, negando la violencia machista y por tanto, que exista una desigualdad estructural entre hombres y mujeres. Lo más grave es que la ultraderecha quiere romper el consenso político, pero también en la opinión pública de luchar contra la violencia machista. Una línea roja que parecía que nadie quería romper, pero que la ultraderecha lo ha hecho, muchas veces con el apoyo de la derecha. Hoy 25-N, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, debemos seguir luchando contra la desigualdad entre géneros, la discriminación profundamente enraizada y la violencia contra las mujeres. No solo denunciar servirá para cambiar la violencia contra las mujeres,