De la indignación a la desilusión.

El proyecto político Podemos meses antes de las elecciones europeas de 2014, había nacido para “convertir la indignación ciudadana en cambio político”. Ahora, después de cinco años Vox, se ha convertido en el partido que aglutina a viejos votantes del PP, a muchos procedentes de la abstención y sobre todo fruto de la desilusión, de la decepción con el resto de partidos y con el sistema democrático actual. Si Pablo Iglesias fijó su objetivo en: Ganar el cielo por asalto”, y que estaban convencidos de que ante “un régimen que se derrumba” ellos salían a ganar en las elecciones generales de diciembre de 2015. Ahora, el líder de VOX, Santiago Abascal, promete salvar España del caos.

Podemos tuvo su decepción cuando en las elecciones generales de 2015
coaligado con Compromís en Valencia y con las confluencias En Comú en Cataluña y En Marea en Galicia quedaron en tercer lugar y el asalto a los cielos no llegó. Y, en las elecciones del 26 de junio de 2016, volvieron a quedar terceros, sin conseguir el «sorpasso» anunciado. Podemos acabó desgastando la ilusión de los indignados con sus contradicciones y cambios en su cúpula. Ahora, han pasado a ser un partido menos hegemónico y sin posibilidades de disputar una victoria en las próximas elecciones. La indignación se esfumó y Podemos no consiguió lo que esperaba.

Ahora, en estas elecciones del 28-A, la ultraderecha parece haber cogido la batuta no de la indignación sino de la decepción de muchos ciudadanos que se ven reflejados en Vox, con una ideas muy conservadoras basadas en la unidad y la defensa de España. Ese voto masculino, machista, que niega la Violencia de Género, que acusa al feminismo de culpar a los hombres. De su anticatalanismo, de su modelo de país, de la antiinmigración… Son los que están marcando el discurso del PP y Ciudadanos, que con su voto pueden decidir el futuro político de España. El malestar de muchos ciudadanos y ciudadanas que no tienen nada que ver entre ellos, ni socialmente, ni económicamente ni incluso ideológicamente, que tienen un enfado indeterminado y que votarán por Vox.

Es el voto no solo de la desilusión, también del cabreo. La extrema derecha con su agresividad, fanfarronería declarando el comienzo de La Reconquista, la guerra a catalanes, feministas e inmigrantes; sus rumores, fake news, informaciones sin contrastar y noticias tendenciosas que crean un clima donde esas personas desilusionadas y enfadadas votarán a Vox. Será una sorpresa o no, pero el 28-A, cambiarán, por desgracia, muchas cosas en este país, que no podrán enmendar, ni la alta participación, ni el voto progresista. La extrema derecha ha llegado, sino ha estado siempre, para quedarse…

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