Cuando no hay solución a un problema.

Cuando un asunto o situación no tiene solución, deja de ser un problema y pasa a ser una realidad. SI no se ha encontrado, si no hay solución al problema catalán, a lo mejor es que hay que afrontarlo como una realidad en la que no existe una solución perfecta, pero que quizás existen otras opciones. La mejor forma es reestructurar nuestra forma de verlo, dividir el problema en la mayor cantidad de partes posibles, para poder afrontarlas y resolver una a una. Cuando no se consigue los resultados esperados, hay que cambiar de estrategia.

La condición «sine qua non» para intentar comprender el problema o la realidad es la comunicación y el respeto. Los políticos deben escuchar sin juzgar, identificar todos los errores que se han cometido hasta ahora, reaccionar y aportar soluciones sin buscar el conflicto. Buscar aquellos aspectos que puedan ser negociables, buscando los aspectos en lo que pueden ceder ambas partes con flexibilidad y actuar en consecuencia. Escogemos y pagamos a nuestros políticos para que hagan su trabajo, la solución a los problemas comienza con intentarlo.

A lo mejor no es solo que los problemas no tengan solución, es que las personas, que los políticos que tenemos, no entienden ni los problemas ni su posible solución. A lo mejor el principal problema son las personas, quizás deban asumir que son parte del problema, para que dejen ser parte de la solución. Un problema no deja de ser, ni desaparece, ni se soluciona solo y todos los que no son resueltos generan más problemas. Todos los problemas tienen alguna solución, con mejores o peores resultados. Si no hay solución, es que no hay problema, simplemente es una realidad.

La incapacidad de nuestros políticos, tanto catalanes como nacionales, han convertido un problema en una realidad complicada, en la que hay enfrentamiento, división e incluso odio, entre catalanes y entre españoles. Que hace empeorar la convivencia. Desde el President de la Generalitat hasta el resto de lideres de los partidos políticos nacionales y catalanes están haciendo las cosas mal y eso repercute en toda la ciudadanía. Están creando un ambiente de guerracivilismo, de ataques permanentes a lo que no ayudará nada la próxima sentencia del Tribunal Supremo sobre el «procés».

Que nadie crea que con la implantación permanente del artículo 155 o acabando con la autonomía catalana, con la detención del president Quim Torra y de Carles Puigdemont se acabará el problema. Que no seamos tan ilusos que unas penas excesivas evitará el crecimiento de ansias independentistas. Humillar y prohibir no es solución que funcionara durante la dictadura de Franco, ni creo sirva ahora. De momento esperemos la sentencia y comprobemos lo que se «soluciona» jurídicamente…

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