Entender el problema catalán.

Entender el problema catalán es difícil y quizás más aún el poderlo explicar. He vivido y trabajado en siete autonomías españolas, me gusta reírme de mi mismo y decir en tono sarcástico que soy tal malo que me han ido echando de cada una de ellas. Soy catalán de nacimiento, de primera generación, hijo de emigrantes aragoneses. Mi idioma materno fue el castellano, el que hablaban mis padres. El sistema educativo en aquellos años, funcionaba en un entorno castellanohablante, yo no conocí el modelo de inmersión lingüística en la escuela, aprendí tarde el catalán y siempre me consideré bilingüe.

Como hijo de emigrantes, compartí una cultura diferente a la catalana: en mi casa, en las vacaciones en el pueblo de origen, en los recuerdos y en las anécdotas de mis padres. Ellos nunca dejaron durante casi 50 años de ser aragoneses, pero se sentían catalanes social, cultural y también políticamente. Se volvieron catalanes sin olvidar por eso sus raíces, porque como decía mi padre: «se es donde se pace, no donde se nace». Fueron catalanes sin apenas chapurrear el catalán, pero siendo capaces de convivir con catalanes hablando cada uno su idioma y respetándose mutuamente.

En el resto de España, cuesta entender que en Cataluña se respeta el castellano, el catalán no impone su idioma, simplemente lo vive con naturalidad, de la misma manera que hablan, leen o ven películas en castellano o en catalán. En Catalunya se ha vivido el bilingüismo siempre, pero siempre defendiendo la cultura catalana, porque cualquier intento de evitarlo (por la fuerza o por la ley) ha estado condenado al fracaso y ha creado más antiespañolismo.

Catalunya la componen muchos hijos de emigrantes del resto de España y muchos hijos de la migración de otros países. Son hijos de la inmersión lingüística, sus padres votaron a partir de 1977 al PSC y al PSUC, ahora sus hijos votan a Junts pel Sí, Esquerra o a la CUP. Los hijos y nietos de aquella emigración son parte de la base que piden una consulta por la autodeterminación o son simplemente independentistas. Pero, no podemos creer tan poco inteligentes a dichas personas, pensando que la utilización política en la inmersión les ha adoctrinado. La escuela educa a ciudadanos y ciudadanas que después deberán analizar la realidad y formarse una opinión crítica particular, supongo que como en todas las escuelas del resto del mundo. No podemos demonizar una escuela, que sin ser perfecta, a principios de los 80 consiguió una solución complicada: la integración, y que todos los niños y niñas tuvieran todas las herramientas para ser iguales en la sociedad catalana y eso pasaba por aprender catalán.

Los catalanes han podido estar tan manipulados como el resto de españoles, por los partidos políticos en el poder. Y, está claro que no hay una mayoría que piense igual, como en todos los sitios. Pero, muchas decisiones por parte del Gobierno español y la sensación de saciedad por parte del Gobern de la Generalitat han favorecido la crispación y el eslogan del catalanismo: «Espanya ens roba» (España nos roba). Declaraciones como las de Cristóbal Montoro. Ministro de Hacienda, en 2013, diciendo que no pensaban pagar la deuda económica de 9.375 millones de Euros que tenía España con Catalunya, que correspondía a los importes de la disposición adicional tercera del Estatut (falta de inversión), lo que provocó más recortes sociales en Cataluña que en otras comunidades.

Otro tema fue atacar el tema de la inmersión lingüística en Catalunya por parte de algunos medios de comunicación, mientras José María Aznar, Presidente del Gobierno en 1996, decía que: “hablaba catalán en círculos reducidos“. Cuando el presidente del gobierno José Luis Rodríguez Zapatero en 2003 dijo que:  “Apoyaré la reforma del Estatuto de Cataluña que apruebe el parlament de Cataluña“.  Un Estatut votado en Junio de 2006 por los catalanes y que el Partido Popular lo recurrió al Tribunal Constitucional y que los medios de la caverna, empezaron la campaña “España se rompe”. En 2010, el Tribunal Constitucional da respuesta al recurso de inconstitucionalidad del PP contra 128 artículos de los 223 del Estatut de 2006.

La sociedad catalana entendió con este tijeretazo, que una ley refrendada en referéndum por los catalanes, se convirtió en frustración. También, declaraciones como las del ministro de Educación Ignacio Wert, en 2012, que dijo que su interés era “españolizar a los niños catalanes”. El boicot a los productos catalanes… Y, un conjunto de comentarios, reacciones, medidas y menosprecios por parte del gobierno español, que no ayudaron a solucionar el problema catalán y que poco a poco, hizo que comenzará una desafección entre Catalunya y el resto de España y se disparase el sentimiento independentista.

Desde Catalunya hubo reacciones pacificas como las manifestaciones del «11 de setembre» de 2012 y 2013 a favor de la independencia. La consulta alternativa catalana del 9-N en 2014, después de que el Tribunal Constitucional español vetara el referéndum de autodeterminación que Artur Mas intentaba hacer. Las elecciones catalanas de 2015 que se presentaron como un plebiscito sobre la independencia. El paso atrás de Artur Más, la llegada de Puigdemont y el anuncio de un referéndum soberanista para el 1 de octubre. La posible declaración unilateral de independencia, el Parlamento catalán aprobó iniciar un proceso que culmine en una “república independiente” y al final las medidas del 155, la destitución del “Govern” al completo y la convocatoria de elecciones en Catalunya, fueron reacciones contra el gobierno español. 

Demasiadas cosas han pasado entre 2006 y 2018, algunas no se entienden, casi todas se hubieran podido solucionar políticamente, se ha creado un problema por culpa de ambos gobiernos, tanto el español como el catalán. Quizás nada es tan importante para saltarse el Estado de Derecho, pero se optó por dicho camino, las consecuencias las están pagando los líderes del «procés» en la cárcel imputados por rebelión y los otros fugados en el extranjero. Se ha abierto una brecha en la sociedad española y nunca nada volverá a ser igual.

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