La manifestación neonazi, de ayer sábado, en el barrio madrileño de Chueca, es un ataque a la dignidad de las personas. Donde unos 200 manifestantes portando banderas de España y esvásticas, con el engaño legal de una convocatoria con el lema «Di no a las Agendas 2030-2050″, ligados al partido de extrema derecha España 2000, que defienden el lema: «Respeto. Somos españoles«. Corearon gritos de “fuera maricas de nuestros barrios”, “fuera sidosos de Madrid” y una pancarta en la que se podía leer “En Madrid, ni bandas latinas ni menas”. Los que piden respeto porque son españoles, no lo tienen con las personas que tienen otros rasgos físicos, otra lengua, otra religión, otra etnia, otra nacionalidad, otro género, otra orientación sexual o cualquier otro factor que les diferencie. Esta manifestación es la prueba de que existe un discurso del odio, una violencia xenófoba, homófoba y tránsfoba en Madrid, aunque hace unos días la presidenta de la Comunidad de Madrid Isabel Díaz Ayuso afirmara que «la homofobia está en la cabeza de la izquierda«. Una manifestación de odio que se dirige contra la identidad de unas determinadas personas, diciéndoles que no los aceptan como parte de la sociedad.
¿Qué personas pueden asistir a este tipo de manifestación? ¿Cuánto odio deben tener, dichas personas? ¿Qué ideología puede propagar así el odio y los prejuicios? Atacar a las personas inmigradas, a las personas del colectivo LGTBI, a las mujeres, a las personas con capacidades diferentes, es atacar la dignidad de todas las personas. Un fenómeno que parece invisible, pero que existe. Donde unos centenares de fascistas, neonazis, falangistas, supremacistas, nacionalistas españoles y racistas de todo pelaje, salen a la calle para defender su «pureza» frente a los que perciben como diferentes. Un discurso intolerante, discriminatorio y de odio amparado por la libertad de expresión, donde la delegada del Gobierno en Madrid, Mercedes González afirmó que la manifestación nazi: “No teníamos argumentos legales para prohibirla”. Quizás no para prohibirla, pero sí para atajar un claro mensaje de odio.
No es suficiente con una sanción administrativa de 600 euros a este ataque nazi y homófobo, lo máximo que permite la ley, a los manifestantes identificados. Estamos hablando de instigación del odio, de humillación y menosprecio a un grupo de personas, de estigmatización y de difusión de estereotipos que consideran negativos y que los ven como una amenaza al resto de españoles. No hay justificación a dichas manifestaciones, ha habido una dejación por parte de la Delegación del Gobierno que no ha sabido combatir este ataque del discurso del odio. Estamos de acuerdo que la libertad de expresión es un derecho fundamental, indispensable para garantizar una sociedad diversa y plural, un requisito fundamental en cualquier sistema democrático. Sin embargo, el discurso de odio y discriminación, de intolerancia no puede tener amparo en los derechos a la libertad de expresión y a la libertad ideológica. Si el Estado no nos protege del odio y nos quedamos ante el negacionismo de la derecha y la extrema derecha que niegan la existencia de racismo y de violencia contra los colectivos LGTBI. Hay que defender la democracia.
El asunto trasciende de la pura anécdota, una manifestación nazi en el barrio de Chueca, es un ataque a la libertad y a la dignidad de las personas. Hubiera podido pasar en cualquier barrio o ciudad de España o Europa, pero ha pasado en Madrid. No es un ataque a Madrid, ni a los madrileños, es simplemente despertar todas las alertas de que existen partidos que defienden la intolerancia y el odio, Que dichos partidos están obteniendo votos ante algo tan inadmisible como atacar la dignidad de las personas.
No es solo exclusividad de grupos organizados de extrema derecha o ultras. La base de la pirámide del odio está en el anonimato y la falsa sensación de distancia que genera Internet. Unos mensajes que no solo se difunden a través de webs, blogs o foros, sino que la mayoría del discurso de odio tiene lugar en las redes sociales. Y, que nuestros políticos no saben atajar, embarrados en un lodazal pestilente, donde es difícil distinguir unos de otros.
Somos responsables, todos y cada uno, de identificar los delitos de
odio: “racista”, “xenófobo”, “homófobo”, «tránsfobo»,etc, y el principal de ellos que es la percepción de la personas atacadas, que muchas veces padecen una ulterior victimización. Porque entre todos debemos excluir el odio y los prejuicios de nuestra sociedad…