Salud mental y responsabilidad excesiva.

La gimnasta estadounidense Simon Biles, ha sido protagonista por su valentía, afrontando un problema tan importante y delicado como es la salud mental. Sorprendió al mundo tras dar un paso al lado y no participar en la final de gimnasia artística por equipos de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. No se trataba de problemas físicos, de hastío por no contar con público en las gradas, ni siquiera como un capricho. Era una necesidad valiente de dar prioridad a su bienestar, a su salud mental, anteponiéndola a cualquier mérito deportivo. La mejor gimnasta de todos los tiempos, la más laureada de la historia de la gimnasia ha dicho basta a esa responsabilidad excesiva. La salud mental prevalece en todas las áreas de la vida, pero mucho más en un deporte tan exigente y competitivo, donde el cuerpo no puede estar peleando con la mente.

Simon Biles con tan solo 19 años, ganó cinco medallas, cuatro de ellas de oro y una de bronce, en los Juegos Olímpicos de Río 2016. La responsabilidad de repetir semejante hazaña cinco años después, ha supuesto una carga mental en la gimnasta. En 2018 fue una de las voces del movimiento MeToo, en las que reveló que había sido víctima de abuso sexual por el médico del equipo estadounidense de gimnastas Larry Nassar. Los deportistas no son máquinas y el éxito conlleva una presión y responsabilidad muy difíciles de gestionar. Por eso es tan importante, la decisión de Simon Biles, de hacer ver a la sociedad que todos podemos tener problemas de salud mental. Porque detrás de una medalla o de un diploma olímpico, hay un durísimo entrenamiento y unas expectativas generadas que ponen al límite el cuerpo y la mente.

El miedo al fracaso, la responsabilidad excesiva, el olvidar que lo importante es participar, más que vencer. No ayuda a los deportistas, ni por supuesto, a sus mentes. Muchos deportistas, famosos y redes sociales se han volcado con Simon Biles, a la que le han mandado mensajes de apoyo y asegurando cómo puede llegar a sentirse. No vale la pena arriesgar tu cuerpo y tu mente, por algo que es o debería ser únicamente deporte. Deben cambiar las mentalidades de los entrenadores, de los equipos e incluso de los países, porque estamos hablando de deporte y de personas, no de robots. La responsabilidad excesiva no consigue triunfos, ni campeones, solo personas aterrorizadas por no sufrir lesiones y alcanzar una falsa perfección, ni por supuesto, sin conseguir la felicidad de los deportistas.

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