Todos tenemos un precio.

Dice la letra de la canción de «Todos tenemos un precio» de Víctor Manuel que: «Todos tenemos un precio. Todo se compra, se vende.» Es muy triste ver como una persona se vende por una simple cantidad de dinero sin darle importancia a ciertos valores. Me parece inmoral que una persona pueda quererse tan poco y aceptar algo a cambio de dinero. Aunque, quizás todos lo hacemos. Todas las personas tenemos unos principios, los cuales son únicos de cada persona y es triste que podamos sustituir esos principios por dinero. A algunas personas no les importa nada cuales sean sus principios o valores, sino simplemente satisfacer sus deseos. asegurar su futuro o simplemente tener más dinero. Otras, no tienen opción de elegir, por estar en una situación de extrema inferioridad o simplemente porque nadie se lo ofrece. Pero, todas las personas tenemos un precio, unos más alto y otros menos, pero todos tenemos uno.

Rafael Nadal ha firmado un acuerdo para convertirse en embajador de la Federación Saudí de Tenis (STF) y ha anunciado que abrirá una sede de su propia academia en el país árabe. Todos estamos en continuo deseo de conseguir más cosas, y cuando una cosa la tenemos, inmediatamente empezamos a desear otras cosas, llegando a la conclusión de que por mucho dinero que tenga una persona siempre tendrá el deseo de obtener más y más. Pero, el problema de la codicia del dinero no es lo que te puedas comprar con ese dinero, sino el venderse a si mismo. Que Nadal firme con el país árabe para «promover el desarrollo del deporte», puede ser un fin, pero la declaración de que: «Mires donde mires, aquí se ve crecimiento y progreso», es obviar la falta de derechos humanos, la libertad de expresión y asociación, la condena al feminismo en Arabia Saudí, quizás porque se ha vendido por dinero. No es el único, que practica el sportwashing, como Cristiano Ronaldo, Karim Benzemá, Neymar o Jon Rahm que han aceptado maquillar a «una de las últimas cuatro monarquías absolutas del mundo» .

El dinero va y viene, pasa de unas manos a otras, y, como se dice, el dinero no da la felicidad, aunque ayude. Todos tenemos alguna debilidad y nuestro precio, por eso el precio de cada persona es relativo: para el hambriento la comida, para el sediento el agua, para el preso la libertad, para el maltratado la seguridad, para el solitario la compañía, para el enfermo la salud, para el pobre el dinero. Todo está condicionado por lo que no tienes o deseas. El dinero, hace que los ricos vivan mejor que los pobres, el dinero ayuda a ver la vida con otra perspectiva, porque al tenerlo sabes que casi nunca te faltara de nada y casi siempre podrás tener lo que quieras. El dinero es capaz de hacer olvidar los valores, los derechos humanos e incluso a las personas. Ese mismo dinero por el que surgen guerras, desavenencias personales, por el que no se respeta los derechos de las personas, por el que se mata a gente inocente, por el que pasan hambre millones de personas, ese dinero de la corrupción, ese que convierte ruines y avariciosos a las personas. Ese por el que los ricos quieren ser aún más ricos.

Esta entrada tiene un comentario

  1. Andrés Marco Lou

    El problema no es de Arabia Saudí o de otros países árabes que procuran lavar su imagen a través del deporte contratando a estrellas mundiales. El problema es de esos deportistas que se supone tienen los mismos valores en que se sustentan los derechos humanos, como la justicia, la no discriminación, el respeto y la igualdad de oportunidades para todos, pero que se olvidan de todo por dinero. Como también es de países como España e instituciones organizadoras como la FIFA, el COI, la RFEF, que siguen celebrando eventos deportivos como la Supercopa de España, carreras de formula 1, torneos de golf y de tenis o el Mundial de Qatar, por dinero.

    Pero, también es culpa de todos nosotros: los telespectadores, los asistentes a los eventos, los que hacemos de deportistas y artistas ídolos sin principios éticos y morales, que son capaces de venderse por dinero. Ídolos, que suscitan gran admiración popular y que se erigen como espejos de los valores dominantes, donde los medios de comunicación social los reflejan y donde poco importa sus valores y principios. Donde solo importa la fama y el dinero, basado en el lujo y la ostentación. Cada época fabrica sus propios “dioses e ídolos” populares que son reflejos de los valores dominantes de su tiempo, eso es lo que tenemos y por lo visto lo que queremos tener.

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