Ayer los agentes de la policía de la Generalitat, los Mossos d’Esquadra de Investigación Criminal en Salou (Tarragona) entraron en un domicilio para realizar un registro. Por motivos que aún se desconocen y pendientes de la investigación policial murió un ciudadano senegalés de 50 años al caerse por un balcón, trabajaba de mantero, hacía unos 15 que había llegado a España. Mor Sylla era uno de los 1.700 senegaleses que viven en Salou, tenía permiso de residencia, estudió en Senegal hasta llegar a la universidad, donde cursó la licenciatura de Económicas, deja dos viudas y una hija, había hecho otros trabajos, pero la crisis lo dejó desempleado y terminó dedicándose a la venta ilegal.
La justicia nos dirá si hubo negligencia por parte de los Mossos d´Escuadra, si pertenecía a un grupo organizado de vendedores, si tenía artículos falsificados en su domicilio. Pero lo que ya no tiene solución es la pérdida de una vida humana y el derecho a ganarse la vida, a vender porque todo el mundo tiene derecho a subsistir. Los manteros acaparan noticias constantes por la competencia ilícita con el resto de comerciantes que pagan sus impuestos, se les criminaliza, olvidando que la venta ambulante es el único medio de vida de estas personas, que es un trabajo tan digno como cualquier otro. Estas personas se ganan la vida con su trabajo y con el miedo permanente a la detención, confiscación de sus mercancías y deportación.
Los comerciantes reclaman más mano dura contra el “top manta”, se habla de mafias que engañan al comprador, de artículos falsificados, de estafa contra la propiedad intelectual. Ellos venden bolsos y prendas que no son de marca y que la gente los compra por precio no por engaño. Los fabricantes y cadenas de distribución que venden las grandes marcas las fabrican en países como India, China, Banglasdesh por miles de trabajadores en condiciones casi de esclavitud y obteniendo márgenes comerciales escandalosos y muy poco éticos. Y, los clientes que tienen mayor poder económico los compran.
Hay que buscar una solución política. La única solución es despenalizar y permitir al mantero ganarse la vida dignamente, que pague sus impuestos y que dicho trabajo le pueda permitir obtener el permiso de residencia. Hay que buscar las formas de integrarse a dichas personas en la sociedad, de que tengan sus papeles y que los manteros sean simplemente otra opción de compra como pueden ser los grandes almacenes, las grandes cadenas, los mercadillos o la venta por internet. Al final el consumidor es el que tiene la libertad de escoger y comprar donde él quiera. Por eso, hoy me siento mantero y reivindico el que «yo también soy mantero».