Venezuela vota.

Venezuela vota, aunque hay países que celebran elecciones y toleran cierto grado de pluralismo, pero al mismo tiempo quebrantan las normas democráticas mínimas de manera tan grave y sistemática que no tiene sentido clasificarlos como democracias. El realizar unas elecciones es para conseguir cierta apariencia de legitimidad democrática, con la esperanza de satisfacer tanto los intereses internos como externos, pero con el objetivo de consolidar la permanencia en el poder. Conseguir la legitimidad electoral sin correr los riesgos de la incertidumbre democrática, no existe. Porque, la democracia simplemente existe o no existe. El Consejo Nacional Electoral (CNE) ha dado como ganador de las elecciones presidenciales de Venezuela a Nicolás Maduro, para un tercer mandato consecutivo, consiguiendo un 51,20% de los votos. Las elecciones son una condición necesaria pero no suficiente para una democracia. Porque las democracias no pueden existir sin elecciones; sin embargo, las elecciones por si solas, no bastan.

El sistema electoral en Venezuela hace aguas como resultado de su parcialidad evidente. El mandato constitucional que establece la representación proporcional e igual peso e importancia del voto de cada ciudadano, efectivamente es violentado en la puesta en práctica del sistema electoral. Un país que se debate entre el autoritarismo y la democracia; una oposición democrática que heredó los errores de la democracia de 1958-1998 y la Revolución Bolivariana de Hugo Chávez. De ser el país más rico en América Latina, con estabilidad económica y política hasta la crisis económica, política y social que vivía Venezuela antes de la llegada al poder de Hugo Chávez. Una esperanza de la izquierda mundial gracias a la Revolución Bolivariana, que intentaba demostrar que un modelo diferente al capitalista era posible. Actualmente, Venezuela ahora está entre lo más pobres y uno de los países de donde emigran más ciudadanos.

Venezuela vota en unas elecciones entre Nicolás Maduro y González Urrutia, un candidato de 74 años al que apoya María Corina Machado, una de las figuras más radicales de la oposición venezolana. Un país muy dividido entre chavismo y oposición, donde los actos de votación, escrutinio y asignación de resultados constituyen el final de un proceso electoral a través de un sistema democrático. La validez de la votación y la legitimidad que dan los resultados, justifica la atención que se presta a dicho acto, en torno a la votación y al escrutinio, donde hay que despejar cualquier irregularidad que pudieran provocar como efecto una alteración de los resultados electorales.

Cuando está demostrado que no hay irregularidades, hay toda la legitimidad democrática para dar como ganador a Nicolás Maduro, cuando no hay certeza no es que haya ganado necesariamente la oposición, es que quizás el proceso electoral no ha sido el correcto, que no se ha desarrollado con las garantías necesarias de libertad, de un país plenamente democrático. Ahora, nos queda la duda de aceptar los resultados, como pasó en las elecciones de 2018, donde Nicolás Maduro se presentó nuevamente a elecciones para un segundo mandato consecutivo y ganó frente al candidato opositor, Henri Falcón. En unos comicios donde para la oposición y muchos países de la comunidad internacional no reconocieron el triunfo. Pero, que le permitió al presidente venezolano otros seis años en el poder. ¿ Qué pasará ahora ?

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