Reconozcamos que entre la gente normal, entre los que mi incluyo, a esos que se les pide sacrificios, que trabajen, que paguen impuestos, que voten a un determinado partido. Hay hartazgo con la política o quizás empacho de tanta vanidad e incompetencia de nuestros políticos. Podríamos hablar de matices e incluso de partidos, pero no se salva nadie. Lo que no me queda muy claro, es si es más vanidad que incompetencia o viceversa, la incapacidad de llegar a ningún acuerdo o a lo contrario de lo que prometieron.
Cuando digo que no se salva nadie, es desde mi punto de vista una afirmación categórica y demostrada cada día por nuestra clase política: ni «sanchistas», ni «podemitas», ni «la derechita cobarde», ni «la veleta naranja» ni los patriotas de la utraderecha… Si para los católicos existe el mandamiento de “No tomar el Nombre de Dios en vano”, para los políticos debería existir el mandamiento de no usar el nombre de España, Catalunya, Euskadi… para querer demostrarnos lo que no son. Porque les importa muy poco el país, el bien común y decir la verdad.
En esta guerra de vanidades e incompetencia de nuestros políticos, podríamos añadir la soberbia, incapaces de asumir sus defectos y reacios a las críticas e incapaces de ver más allá de sus intereses. Pero se dejan llevar por intereses políticos, personales, económicos, olvidando lo general y el bien común. Olvidan sus promesas con la misma facilidad que las cambian, porque ya lo dijo Groucho Marx: “Estos son mis principios, si no les gustan tengo otros”…
Son gente joven, guapos, fotogénicos, con buena preparación, con ideología, dominio de la oratoria y de las redes sociales. Que han venido a la política para cambiarla: para crear puestos de trabajo, mejorar la educación, la sanidad, las pensiones, la dependencia, la justicia, el medio ambiente… Son los «encargados» de salvarnos a nosotros y al país entero. Nos engañan, a lo mejor sin querer, nos piden confiar en la palabra de aquellos y aquellas que anteponen siempre a los demás a su supuesto provecho personal. Pero, al final, no sabemos si por vanidad, soberbia, orgullo o incompetencia no son capaces de ponerlo en práctica.
Si estos políticos son incapaces de hacer autocrítica, ni son capaces de ponerse de acuerdo para formar un gobierno, ni son capaces de sentarse a hablar para ultimar acuerdos. Si estos políticos piensan que la única solución son unas nuevas elecciones, si fracasa la investidura de Pedro Sánchez, como presidente del gobierno. Habrán fracasado todos, con su incompetencia. Porque esa gente que nos consideramos normal, que no entendemos de casi nada, nos preocupa que nuestra clase política se pongan líneas rojas, se levanten muros, se ataquen o hagan coaliciones con la ultraderecha para tener una porción de poder, pero no para defender los derechos de los ciudadanos y ciudadanas. La gente normal no queremos más elecciones. O ¿es que hay que seguir votando, hasta llegar a una mayoría absoluta por parte de un partido? Las mayorías absolutas se han acabado, porque así lo hemos decidido la gente normal.
Algunos dijeron que el auge de la extrema derecha era fruto del hartazgo de la política y de los políticos, cuando la gente se han dado cuenta de que ellos tampoco son la solución. Solo nos queda a la gente normal y corriente, quedarnos en nuestras casas, aumentar las tasas de abstención y dejar de creer en la política, en la democracia y en la lucha por las libertades. Conmigo no lo conseguirán, pero seguro que muchos acabarán haciéndolo, gracias a nuestros políticos, no sé si más vanidosos o incompetentes…