Hay temas que pueden parecer escatológicos y de mal gusto, muchas veces parece que esta sociedad es un cubo de mierda donde nosotros somos las moscas, atraídas por el hedor. Considerada como resultado de un proceso digestivo, hay insectos como las moscas o los escarabajos peloteros, que se alimentan de ella. Pero, también existe la ingestión voluntaria de excrementos que se conoce como coprofagia, eso no significa que a la mayoría de personas nos guste, pero hay ciertas personas que metafóricamente tienen cierta predilección hacia su olor, a escarbar y a esparcirla. Aunque todos, por desgracia, revoloteamos a su alrededor.
La mierda, deposición, excremento, porquería, está en todos los sectores de la vida. Algo mal oliente y desagradable que a ciertas personas les gusta «sacar» para que su tufo contamine, para que salpique a otras personas, pero que deja incólumes a los que la esparcen. Cuando pulsamos el vaciado del inodoro, la materia fecal inicia camino por las cloacas. El excomisario José Manuel Villarejo es un claro exponente de lo que son las cloacas del Estado. Perteneciente a una mafia policial, que sabía que la información era poder, y cuanto más oscura, más dinero valía. Lo grabó todo y recopiló información de los más poderosos, recibiendo la contraprestación económica por ello.
Hay muchos intereses, económicos, políticos, personales que en ciertos momentos, esa mierda que circula por la cloacas y nadie la ve, empieza a salir al exterior salpicando a ciertas personas. Como fue el caso de la filtración de unos audios de la empresaria alemana Corinna con Villarejo, en los que ella reconocía que había ejercido de testaferro del rey emérito Juan Carlos I.
Y, ahora, los audios de una cena de hace nueve años, con los máximos mandos policiales del momento, entre ellos Villarejo, Baltasar Garzón y la actual ministra de Justicia Dolores Delgado. Buscando no la verdad, sino el chantaje, el dinero o simplemente el hacer daño a las personas y las instituciones desde su prisión preventiva en Estremera, esperando el juicio de los presuntos delitos cometidos y las penas que pudieran corresponderle. Mientras otros se dedican a revolotear como moscas en esa mierda y a intentar salpicar a todos los que puedan.
La ministra de Justicia Dolores Delgado, ha sido reprobada por el Senado por “mentir” y por “abandonar” al Juez Llarena ante la demanda presentada en Bélgica por los independentistas catalanes. Me preocupa que una ministra mienta y también que el estado gaste dinero público en la defensa de un juez en Bélgica. Una mentira es una expresión que resulta contraria a lo que se sabe, se piensa o se cree, las mentiras forman parte de nuestra vida, nos han educado con ellas desde niños (los Reyes Magos, la cigüeña, el ratoncito Pérez…). Mentimos todo el tiempo.
Las mentiras también forman parte de la política desde siempre, los políticos las utilizan para justificar muchas veces sus acciones y la falta de ellas. Las mentiras no son éticas en ningún caso y empeoran la democracia, mucho más cuando sirven para engañar a los ciudadanos y no perder el puesto de privilegio. Mentir es decir que no se había reunido con el comisario Villarejo, y después reconocer que lo hizo en tres ocasiones. La mentira como ejercicio de cinismo y sin sentir el mínimo rubor al hacerlo no puede perdonarse y solo tiene una solución: la dimisión o el cese.
Cuando se mezclan las mentiras con ciertas filtraciones, huele muy mal. No podemos pensar que todo es pura casualidad, ni supuesta profesionalidad periodística. Lo que debería quedar claro, es que no se puede mentir, porque si se miente, alguien puede demostrar que los has hecho. Hay demasiados intereses para hacer daño al gobierno de Pedro Sánchez y que convoque nuevas elecciones.