Por exigencia democrática.

Por exigencia democrática, la corrupción no se tolera, ni por la democracia representativa ni por la Justicia, aunque las urnas lo permitieran antes. La sociedad no puede aceptar la degradación, la opacidad y la corrupción de los comportamientos de nuestros políticos, de nuestros partidos y de nuestras instituciones. Por exigencia democrática, de 180 escaños, cuatro por encima de la mayoría absoluta exigida, Rajoy no es presidente del gobierno.  La sentencia del «caso Gürtel» y la mayoría absoluta del Congreso de Diputados acaban con Rajoy y con «un sistema de corrupción institucional”. La otra noticia, es que Pedro Sánchez, tiene la oportunidad de abrir una nueva etapa en la política española.

La moción de censura es un mecanismo contemplado por la legislación vigente, no se podía eludir esta oportunidad por exigencia democrática. Porque la legitimidad está también en alcanzar la mayoría absoluta en el Congreso de Diputados, aquellos que fueron elegidos democráticamente por la ciudadanía para representarlos en las instituciones. Porque esa mayoría ha decidido que no continúe un Gobierno, plagado de escándalos de corrupción en el Partido Popular. Era necesaria una regeneración democrática, una solución al desencanto y al conformismo. Ahora, vendrán los otros acuerdos de gobierno, lo que permita su gobernabilidad, porque sin apoyos, la legislatura no podrá continuar.

De nuevo, la doctrina del miedo, alimentar otra vez la teoría de la conspiración, hablar de golpe de estado, de falta de legitimidad de la moción de censura, de que sea la causa de la caída de la Bolsa o del incremento de la prima de riesgo. Parece que es lo más importante, para algunos mandatarios del PP y su caverna periodística, pero parecen obviar que era insostenible mantener en el gobierno a un partido condenado por haberse lucrado de la corrupción. Solo el PP, Ciudadanos, UPN y Foro Asturias votaron en contra de la moción planteada por los socialistas. 

La moción de censura es la respuesta constitucional a una emergencia democrática, existían dos opciones, mantener al gobierno del Partido Popular sentenciado por la Gürtel o apoyar la moción de censura planteada por el PSOE, con el compromiso de la celebración de elecciones. Podemos valorar si los partidos miran solo por sus intereses electorales, si la opción de elecciones, como quería Ciudadanos, hubiera sido más acertada que la formación de un «Gobierno Frankenstein» o si hubiera sido más sencillo que Rajoy hubiera dimitido o convocado elecciones. Lo que está claro, es que a pesar de la falta de unión habitual entre las fuerzas progresistas, de la crisis catalana, de los intereses económicos del PNV, se ha llegado a un acuerdo y el resultado es el importante. Rajoy ya no es presidente del gobierno.

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