La gente ha migrado históricamente de un sitio a otro, forzada por unas circunstancias, voluntarias o forzosas. La búsqueda de bienestar o de libertad hace que las personas sean migrantes, dejen todo lo que tienen o la falta de todo les hace dejar su casa, su pueblo, su país. Muchos países han basado su prosperidad económica en las oleadas de migración voluntaria, buscando mano de obra barata en la construcción, en la industria y en los servicios.
Pero, ahora las situaciones voluntarias cada vez son menos y las forzosas como las persecuciones, las discriminaciones, la pobreza y las guerras, crean una necesidad de dejar una realidad desventajosa por un sueño supuestamente más beneficioso. Se crea una escisión entre las migraciones económicas y los refugiados.
Los movimientos migratorios de origen económico, es decir los que tienen que huir por falta de recursos básicos, tienen derecho a salir de sus países pero no tienen derecho de socorro o asilo, solo les queda la solidaridad. Mientras que los refugiados, los que huyen por un conflicto o por persecución política, de acuerdo con la Convención de Ginebra sobre el Estatuto de los Refugiados tienen los derechos civiles básicos, la libertad de pensamiento, de movimiento, y el derecho al respeto como persona y los derechos económicos y sociales como el derecho a un trabajo, a asistencia médica y la escolarización para los niños.
El mundo occidental tiene miedo a las migraciones del sur, pero ningún país, ningún organismo internacional hace nada para solucionar este posible problema. Hay que reaccionar, porque los problemas humanos, éticos y económicos que hacen que la gente emigren están en sus casas. Por lo tanto, las soluciones que debemos tomar es en esos países de los que huyen los migrantes.
Pero ambos, los migrantes que escapan de la pobreza y los que huyen de la violencia, todos tienen derecho al respeto de su dignidad humana, acceso a los servicios esenciales, como alimentos, salud y educación. Porque el que huye de la pobreza, huye también de la injusticia provocada por las políticas de sus países.
Todos los esfuerzos de las diversas agencias, gobiernos e instituciones internacionales es poco para solucionar las migraciones. Los conflictos de Siria y Libia, la inestabilidad política de Egipto, las guerras de la República Democrática del Congo o Somalia, la crisis de emergencia en Yemen, Iraq, Sudán del Sur, Eritrea…, millones de personas que necesitan alimentos, agua potable y servicios sanitarios desesperadamente.
Después solo nos queda buscar soluciones a las migraciones en el lugar de llegada,cerrando fronteras para impedirlas o dando las mismas posibilidades para su integración como el resto de ciudadanos para que un día puedan regresar, ayuden económicamente a sus familiares o se integren definitivamente. Pedir que no lleguen más inmigrantes a un país es, proteger la situación de ese país despreocupándose del problema de otros.
Los flujos migratorios, el mercadeo de los traficantes y las redes de crimen organizado con las personas que quieren alcanzar las costas de Europa, cada día aumenta, pero nadie ha buscado soluciones con anticipación. No se puede esperar a que llegue una situación de vida o muerte, la crisis humana de miles de personas huyendo, niños y niñas, padres y abuelos, no se soluciona solo con ayuda humanitaria hace falta antes atacar las causas.