El racismo vive en todos nosotros.

La intolerancia, el racismo y la xenofobia están en cada uno de nosotros, somos responsables de contribuir con nuestros actos, algunas veces de manera involuntaria e inconsciente, a tener prejuicios contra los que son diferentes a nosotros. No tan solo por ser de un país o etnia distinta, muchas veces simplemente por aporofobia, por su condición de pobres y además diferentes. Ni todos los chinos tienen el coronavirus y no pagan impuestos; ni todos los negros, moros y sudamericanos son delincuentes; ni la imagen y cultura de los gitanos es para seguir manteniendo nuestras falsas creencias y prejuicios discriminatorios. El racismo vive en todos nosotros y con todos nosotros, siempre acompañado de pobreza, de hambre, de lo más elemental y que además se les culpabiliza de la delincuencia y de quitarnos el trabajo a los demás.

En Estados Unidos, por séptima noche consecutiva, los manifestantes están saliendo a a las calles en más de 75 ciudades estadounidenses, a pesar de los toques de queda que rigen en varias ciudades, para protestar por la muerte del ciudadano afroamericano George Floyd a manos de la Policía cuando estaba siendo detenido, intentando pedir ayuda y gritando en varias ocasiones «no puedo respirar». Las manifestaciones son en su mayoría marchas pacíficas, aunque ha habido estallidos de violencia esporádicos con tiendas que han sido saqueadas y destrozadas. Por su parte, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump,  ha recomendado «encarecidamente» a los gobernadores de los estados desplegar a la Guardia Nacional  o movilizará al Ejército estadounidense para detener las protestas por la muerte de George Floyd.  

Estados Unidos vive las manifestaciones más graves desde las ocurridas en 1968 tras el asesinato del líder por los derechos civiles Martin Luther King Jr. El vídeo de la detención de George Floyd, es el catalizador de las protestas, el racismo es un problema en Estados Unidos. Ocurre en un contexto, en el que la comunidad negra, está sometida a una excesiva vigilancia policial. No es que la policía sea racista, es que hay policías que son racistas y que detienen a personas por el simple hecho de ser negros. Existen profundas desigualdades en la sociedad norteamericana y se plasma en una población afroestadounidense que es más pobre, que tiene menos oportunidades, que tiene peor educación y que acaban más de ellos en la cárcel.

Incluso, en un momento en el que Estados Unidos por el Covid-19  hay más de 100.000 muertos y sin empleo unos 40 millones de trabajadores, la mayoría son negros y migrantes en general. Son los que realizan los trabajos considerados esenciales, los más expuestos, los peor pagados, sin atención médica. Un racismo sistémico y estructural que hace grande a Estados Unidos a costa de personas negras, migrantes sudamericanos y asiáticos. Todo el mundo lo sabe y se supone que lo acepta, aunque hay que esperar a que maten a uno de ellos la policía, para que sea noticia en los medios de comunicación y redes sociales.

Pero, no tenemos que ir tan lejos, aquí en España, todos los años vienen temporeros para recoger frutos del campo. Todos los años aparecen las mismas noticias sobre las penosas condiciones que atraviesan los temporeros, desplazados a Huelva o Lleida para las campañas de la fruta. Nos preocupa que hagan su trabajo bien, que dicha fruta permita el beneficio por parte de lo agricultores, pero no que vivan en unas casas confortables, que perciban un sueldo digno o que tengan un contrato legal. Eso preocupa mucho menos. La noticia de que los hoteles de la provincia de Lleida no han querido acoger a cerca de 200 temporeros senegaleses con el correspondiente pago por la estancia, desplazados a Lleida para la campaña de la fruta, eso también es racismo. Los agricultores se quejan de la carencia de mano de obra, pero los temporeros sufren el racismo. España quizás no es un país racista, pero en muchos de nosotros vive el racismo… 

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