Mensajes de odio.

El odio es una intensa emoción humana que aunque no necesariamente, está muy próxima a la acción violenta. Los mensajes de odio, son manifestaciones de odio, realizadas a través de Internet, hacia algunas cualidades como la raza, etnia, nacionalidad, ideología política, orientación sexual o identidad de género, creencias religiosas, discapacidad, etc. Un odio específico y selectivo motivado por un prejuicio excluyente y discriminador. Es el mismo odio de siempre, pero con la facilidad de acceso, el principio de libertad de expresión en que se inspira Internet con a veces el anonimato, que trasciende fronteras físicas, el potencial expansivo de sus mensajes, el bajo coste… Todo esto facilita la facilidad de odiar a través de internet y de las redes sociales. El ciberodio ha permitido saltarse, desde el punto de vista jurídico, las conductas que están perseguidas fuera de la red. Aunque, lo que es delito fuera de Internet, también lo es cuando se comete a través de este medio. Otra cosa son las dificultades prácticas de orden probatorio y de determinación de responsabilidad.

Medios como «X», antes conocido como Twitter, son un espacio de puertas abiertas a todo tipo de mensajes, al que también tienen fácil acceso los mensajes de odio. La posibilidad de establecer controles o límites, aparte de suponer  dificultades jurídicas por su posible contradicción con la libertad de expresión, le permite a todo el mundo decir lo que quiera, a quien quiera y como quiera. La libertad de expresión, no deja claro lo que está permitido o no, y la responsabilidad efectiva de lo que se dice. En suma, el discurso ofensivo, los mensajes de odio, han encontrado en Internet su mayor aliado para menospreciar y discriminar a personas o grupos por razón de cualquier condición o circunstancia personal. Animando a través de la mera comunicación a llamar, estimular o animar reacciones de odio que superan la mera transmisión de simples comentarios o críticas.

Tras la constitución de la Cámara Baja en la sesión celebrada ayer jueves, el cantante José Manuel Soto escribió en «X»: «Voy a aprovechar este momento de sosiego veraniego junto al mar para hacer uso de mi libertad de expresión y cagarme en @sanchezcastejon, en su puta madre y en los millones de hijos de la gran puta que están de acuerdo con que España esté en manos de sus peores enemigos, que os jodan«. Un mensaje de odio que insulta gravemente al presidente de Gobierno, a su familia y a millones de españoles y españolas que han votado libremente por una opción política. El  mismo que en 2018, hablaba de la exhumación de Franco: «Exhumar a Franco, luego volar la cruz, santificar al Frente Popular, demonizar a la Iglesia, debilitar al Ejército, disolver la Guardia Civil, prohibir los toros, abolir la Monarquía, deslegitimar la transición, trocear España...». El mismo que en abril de 2019, con el incendio de la catedral de Notre Dame de París, dijo la tontería de: «Arde #NotreDame y nadie ha cogido un helicóptero para apagar el fuego teniendo el Sena al lado…». El mismo que en contra de la Ley de Libertad Sexual del Ministerio de Igualdad, dijo en la misma red social, en marzo de 2020, que: «si un no fuese siempre un no, muchos no hubiésemos nacido«. Las opiniones son siempre respetables, pero sin necesidad de decir tonterías, ni de hacer apología de la violación o simplemente de transmitir odio. Dediquese a cantar sevillanas, no a transmitir odio.

Esta entrada tiene un comentario

  1. Andrés Marco Lou

    Como uno de «los millones de hijos de la gran puta» que han votado a una fuerza progresista, no me parece correcto que el señor Soto sea vetado por ningún ayuntamiento y sean cancelados los conciertos que tenga firmados. Si la censura ha llegado a los nuevos ayuntamientos y gobiernos autonómicos gobernados por PP y Vox, con obras de teatro y películas que no consideran adecuadas. No podemos convertir a los ayuntamientos y gobiernos autonómicos, independientemente de quien gobierne, en tribunales inquisitorios, que de una manera ideológica, decidan las contrataciones de forma sesgada.

    La cultura tiene que estar basada en la independencia y no en la censura. «Los millones de hijos de la gran puta» que no votamos a la extrema derecha, ni a la derecha, entre los que me incluyo, pensamos que no se puede cancelar una contratación por no compartir unas declaraciones o por falta de afinidad política. Se debe contratar por sus valores artísticos, culturales y por la petición de los ciudadanos. Que el señor Soto siga cantando sevillanas y que sea el público el que decida si asistirá o no a dichos conciertos. En lo que a mi respecta, que no me espere…

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