Para la derecha los enemigos de España, son la diversidad cultural y lingüística de este país. Los enemigos para la derecha son esos españoles que no solo hablan castellano, que es la lengua oficial en todo el territorio español, que hablan otros idiomas, y muchos más dialectos. Seis comunidades autónomas: Catalunya, País Vasco, Galicia, Baleares, Comunidad Valenciana y Navarra, son comunidades bilingües. En el País Vasco, el euskera; en Catalunya, el catalán y el aranés; en Galicia, el gallego; en la Comunidad Valenciana, el valenciano; en Navarra, el euskera y en Illes Balears, el catalán. Según el artículo 3.3 de la Constitución Española indica que «La riqueza de las distintas modalidades lingüísticas de España es un patrimonio cultural que será objeto de especial respeto y protección» en todo el Estado español. Los territorios con lengua distinta al castellano suponen, nada menos, más del 40% de la población en España y, sin embargo, son invisibles para el otro 60%. Y, si además estos españoles que viven en Catalunya o en Euskadi, votan a partidos nacionalistas que proponen la secesión y por tanto la ruptura del Estado español, son aún más enemigos.
La derecha parece que sigue anclada en una España que sea «una, grande y libre» como pilares de la dictadura franquista, además de tradicional, católica y monárquica. España es diferente en cada región, aparte de sus idiomas cooficiales en sus respectivas Comunidades Autónomas. Son diferentes sus culturas y costumbres, incluso los que solo hablan castellano, utilizan dialectos como el andaluz, el murciano, el canario, el castúo, el riojano, el astur-leonés o el navarro-aragonés. España es plural y la derecha debe aceptarlo. Los españoles apostamos por un sistema autonómico, que desde algunas autonomías les parece insuficiente y reclaman algo más. Ahora, el dilema es si el auto-gobierno debe conceptuarse sin límites, rompiendo el pacto constituyente o volvemos a una España, como quiere la ultraderecha: quitando competencias y privilegios a las comunidades autónomas, ilegalizando partidos independentistas, suprimiendo policías autonómicas y reforzando la presencia militar en País Vasco y Catalunya.
Quizás los enemigos de España, no sean solo los nacionalismos catalán y vasco, sino el propio nacionalismo español. Porque a lo mejor es mejor tener una actitud más complaciente con los nacionalismos y no oponerse frontalmente. A veces una olla a presión necesita una válvula para dejar escapar parte del vapor y no estallar. Vendrán meses hablando de exigencias como la autodeterminación, referéndum, amnistía…, en que se querrá buscar la confrontación territorial, entre esa España que aspira a más y esa que solo pretende la unidad. España cuando vota, no solo vota a la derecha o a la izquierda, votan otros partidos regionalistas y nacionalistas, que en teoría son tan españoles como cualquiera, y que no deberían ser enemigos de España, aunque tengan objetivos muy diferentes.
El voto nacionalista catalán ha perdido más de 700.000 votos, el PSC ha arrasado y el PP, ha obtenido un escaño menos que ERC y que JxCat, cuatro más de los que tenía hasta ahora. Ha caído la participación en todas las poblaciones de mayoría independentista, la abstención se consolida y la Cup se ha quedado sin escaños, que de dos representantes ha pasado a ser extraparlamentaria. Pero, aún así los votos de Esquerra y de Junts son necesarios para la gobernabilidad de España, así como los votos de PNV y EH Bildu, España no se entiende sin los nacionalismos y ellos son necesarios. No son enemigos de España, son una parte de España, que tiene otros objetivos.
El umbral crítico de apoyo popular al secesionismo en Catalunya ha bajado, pero el ansia de independencia sigue existiendo. La sentencia del Tribunal Constitucional acerca del Estatuto de Catalunya y la negativa a un pacto para que pudiera tener autonomía fiscal, se consideró un agravio, no tan solo para los insaciables políticos nacionalistas, sino también entre los ciudadanos de Catalunya. Una mejor política por parte del Gobierno de España hubiera podido debilitar el apoyo popular al movimiento secesionista, y quien sabe si desactivar una voluntad de independencia. Pero, de momento es una asignatura pendiente para el nuevo gobierno y que debe solucionarse ya. No es cuestión de buscar enemigos, sino de buscar soluciones.