Los cerdos y los políticos aman el lodazal.

Los cerdos y los jabalís carecen de glándulas sudoríparas, por eso, el barro les ayuda a regular su temperatura corporal. El revolcarse en el lodazal es fundamental para su bienestar. Se revuelcan en él porque les gusta. Algunos políticos parece que están genéticamente relacionados con los cerdos, porque les encanta el barro e intentan que los demás se metan en el lodazal. La única diferencia, es que ciertos políticos no salen de la ciénaga y disfrutan de ella. El resto de políticos que aceptan la invitación de entrar en el lodazal, en ese coliseo de barro y agua para capturar su trofeo, salen de barro hasta las cejas. Para estos gladiadores del barro, unos disfrutan del revolcón, mientras los otros no gozan y además se manchan. La derecha, como gorrinos entre la piara, busca argumentos continuos para que el Gobierno se meta en el lodazal, es fundamental para su éxito. El Gobierno, una y otra vez cae en la trampa de lanzarse al charco. Atrapados unos y otros en el lodazal, la política se ha convertido en un baño conjunto de barro, donde solo la derecha sale beneficiada.

Los cerdos si se bañan en barro o lodo es simplemente para mantener su temperatura corporal baja, muy diferente a ciertos políticos que lo utilizan como su hábitat natural y que les sirve para calentarse. Se convierten como Shrek en ogros que viven en un pantano, que aman revolcarse en el lodo y que los que se metan saldrán manchados. Igual que si fuera una lucha en el lodo, emulando la imagen de mujeres atractivas luchando en traje de baño o con la menor vestimenta posible para proporcionar un espectáculo que pretende ser erótico, pero que es asqueroso. Al igual, que los políticos metidos en el barro, al igual de asqueroso.

La derecha española tiende a creer que el poder le pertenece y que cuando no lo tienen es porque se lo han usurpado. Por, eso les gusta hacer referencias a la ilegalidad del Gobierno de Sánchez, por eso les gusta el ensañamiento sistemático, justificado o no, junto con el matonismo verbal marca de la casa para que se metan el resto de políticos en el barro. Vivimos en una retórica de brocha gorda que comenzó la extrema derecha y se han añadido el resto de la derecha. La mejor defensa para la izquierda, no es meterse en el barro, sino huir de él.

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