La libertad de expresión es un derecho incuestionable, el espacio público es de todos y poder colocar unos lazos amarillos, como símbolo de solidaridad, en un espacio público forma parte de la misma libertad de expresión que protege a cualquier ciudadano para quitarlo. Aunque, arrancarlos es limitar la libertad de expresión de los que no piensan como tú.
Los lazos amarillos en Catalunya, ha sido una de esas campañas que ANC y Òmnium han organizado para defender la República Catalana, a sus presos y exiliados. Llevar un lazo en la solapa, en las butacas vacías del Parlament o en cualquier lugar de cualquier pueblo y ciudad de Catalunya han sido un efecto colorista y reivindicativo. Los lazos amarillos, han querido representar libertad de expresión y reclamar el sobreseimiento de la causa que el Tribunal Supremo contra parte de los líderes independentistas, por los hechos ocurridos con ocasión de la proclamación de independencia de Cataluña. Pero, también se han convertido en suciedad ambiental y en una forma de acoso a los que piensan diferente.
Los que están en contra de los lazos, reivindican su libertad de expresión, de otras formas, poniendo su bandera española en su balcón, están ejerciendo su libertad de expresión, pero si alguien retira esa bandera estará también coartando dicha libertad. El absurdo comienza cuando grupos de personas, con supuesta intencionalidad política, deciden arrancar lazos amarillos y la Conselleria de Interior de Cataluña inicia acciones legales contra dichas personas.
De nuevo otra escalada de tensión, retirar lazos amarillos, defendida por Ciudadanos y PP, y difundida por los medios de comunicación. No se está defendiendo la libertad de expresión, se busca el frentismo y se huye de la razón. Mientras la fiscal general no ve «delito» en «quitar ni poner» lazos amarillos en Catalunya.
Recuerdo cuando veía a Lluís Maria Xirinacs en la puerta de la Cárcel Modelo de Barcelona, doce horas cada día durante casi dos años, hasta que se aprobó en España la Ley de Amnistía de 1977. Eran tiempos de reivindicación y de sensibilización en la que Xirinacs proclamaba: «Hem d’anar contra els forts mentre siguem febles i contra nosaltres mateixos quan siguem forts”, (Hemos de ir contra los fuertes, mientras seamos débiles y contra nosotros mismos cuando seamos fuertes). Llenar el espacio público de lazos amarillos es lo mismo que llenarlo de banderas españolas y quitarlas. Todo atenta de igual manera la libertad de expresión.
Hoy miércoles, Albert Rivera e Inés Arrimadas se han sumado a la campaña de retirada de lazos amarillos, en el municipio de Alella (Barcelona), Han empezado a arrancar los lazos amarillos de la vía pública, con la presencia de todos los medios de comunicación, para garantizar, según ellos, la neutralidad del espacio público, denunciando la existencia de “actos de violencia“, criticando al Gobierno y la Generalitat. Con estos actos se pretende «ganar votos como sea», aunque se corra el riesgo de estar fomentando odio y división entre catalanes. Se convierten en pirómanos del odio, cuya estrategia es fomentar la hostilidad, creando un enemigo que en la realidad no existe. Se quiere levantar bajas pasiones y rencores, mezcladas con ambiciones personales y políticas.
Porque como decía el filósofo Jean-Paul Sartre: «L’enfer, c’est les Autres», («El infierno son los otros») refiriéndose a la convivencia entre comunidades. Los demás siempre serán más malos y peores, pero no se puede condenar la violencia de los demás y fomentar el odio a los que ejercen su derecho a pensar diferente. El sentido de pertenencia a la unidad de España, no se puede imponer por la fuerza, ni se puede pretender que grupos organizados de ciudadanos o las fuerzas de orden público retiren los lazos amarillos. Porque si se retiran todos los lazos, se colocarán de nuevo, como ha pasado en Alella, minutos después de que Rivera y Arrimadas los hubieran quitado. Porque el problema no es retirar los lazos y ponerlos otra vez, el problema es fomentar el odio y el enfrentamiento, por buscar unos segundos de gloria en los medios de comunicación y la búsqueda de un puñado de votos.