La extrema derecha en la precampaña andaluza despierta la teoría supremacista, donde la superioridad de la raza no implica solamente una diferencia física, sino también moral. Conceptos como el de supremacía racial que debería estar ya desterrados en nuestra sociedad, se intenta meter miedo con la interculturalidad, como forma de destrucción de la personalidad individual y colectiva. Es lo que se ha dado por llamar «la teoría del gran reemplazo», la teoría planteada por el escritor francés Renaud Camus en 2010, quien asegura de que existe una confabulación por parte de las élites políticas y económicas para reemplazar la actual población blanca de los países occidentales por inmigrantes musulmanes y subsaharianos. La teoría de que la raza blanca pasará a ser minoritaria.
En 1999 cantaba el grupo musical Habeas Corpus, reivindicativos en lo social y combativo con el fascismo, el racismo o las desigualdades sociales, en su canción «A las cosas por su nombre»:
«Nos dicen la verdad es una,
la verdad es una y nada más que una.
Una sola porque existe una sola España,
una sola, porque una sola es su historia.
Una sola forma de escribirla,
una sola forma de escribirla y contarla«.
La extrema derecha se agarra a la corrupción del PSOE en Andalucía, con los dos presidentes más importantes de esta tierra, Manuel Chaves condenado a nueve años de inhabilitación y Antonio Griñán, condenado a seis años de cárcel por prevaricación y malversación de fondos públicos del caso de los ERE. Después de tres años de alianza con el PP y Ciudadanos en Andalucía, no apoyaron las cuentas del Ejecutivo andaluz y culparon al PP de hacer continuismo de las políticas socialistas y de haber traicionado a quienes le votaron buscando un «cambio» en Andalucía. A partir de ese momento, Vox no ocultó su interés por que se celebrarán elecciones autonómicas cuanto antes. Su estrategia en Andalucía, poner como cabeza de lista a Macarena Olona, crecer en el malestar social y crear artificialmente una teoría supremacista para ganar votos en las provincias de Almería, Cádiz, Huelva y en Sevilla que en las elecciones del 10-N de 2019 quedaron por encima del Partido Popular.
La candidata Macarena Olona dice que: «Estoy empadronada en ‘Graná», una manera de sacar una serie de prejuicios supremacistas, porque se debe huir -en lo posible- de la clásica disyuntiva entre lengua y dialecto. La señora Olona está empadronada en Granada y no en «Graná», que solo invita a la confusión y a un cierto cachondeo que se resiste a morir y que han sido debidamente fomentado y ridiculizado por la derecha, durante muchos años. Vox en su discurso no cree en las autonomías, considerándolas una fuente de desigualdad y división entre todos los españoles. Votar a Vox es votar contra Andalucía, contra el progreso, contra el feminismo, contra la inmigración, contra el movimiento LGTBI, contra la democracia, contra la libertad…
Las tesis supremacistas del «gran reemplazo» han sido defendidas en Francia en las últimas presidenciales, cuando el candidato ultraderechista Eric Zemmour ha defendido en mítines y debates el peligro de reemplazar la actual población blanca de los países occidentales por inmigrantes y estigmatizando así a la población de origen musulmán y subsahariana.
La misma teoría que en marzo de 2015, en Nueva Zelanda, se atacó dos mezquitas y se asesinaron a 51 personas. Que en agosto del mismo año, en Estados Unidos, se asesinó a más de veinte personas en un tiroteo en un supermercado de Texas o la matanza a diez personas en un tiroteo el sábado pasado, en un supermercado de la ciudad neoyorquina de Búfalo. La teoría del odio a su límite.
La idea del «gran reemplazo» ha ido prendiendo por todo el mundo entre grupos de ultraderecha y Vox quiere despertarla en Andalucía. Cuando el problema no existe realmente y que los inmigrantes son la mano de obra barata de la agricultura. Donde los empresarios han encontrado un perfil de jornalero y jornaleras que provienen de un estrato social bajo que no les queda más opción de acceder a estas formas de reclutamiento, su remuneración, malviviendo en los asentamientos y con condiciones de trabajo abusivas.
Mientras que la contratación en origen y la inmigración ilegal se presenta como única respuesta a la falta de mano de obra en la agricultura. El problema no es que la gente no quiere trabajar, sino que los españoles no quieren trabajar por debajo del salario mínimo. No se puede querer ganar votos del racismo y miedo a los problemas de convivencia. Y, a favor de la explotación capitalista.