La mentira es lo contrario a la exactitud, a la sinceridad, a la veracidad, a la verdad. Pero, lo relevante no es la mentira, es la acción de mentir y los motivos que se esconden detrás de cada mentira. Porque se puede mentir por desconocimiento, por inseguridad, por equivocación, por temor, como excusa e incluso por placer. Pero, lo peor es la acción de mentir, aún sabiendo que lo que se dice no es verdad, para hacer daño. A los niños se les enseña que mentir es malo, nos lo recuerda la religión, lo remarca la educación, pero cuando los niños descubren que sus padres no conocen su pensamiento y todo lo que hacen, comienzan las primeras mentiras, reforzadas por todos los engaños y mentiras que existen en la sociedad. Nadie está libre de no decir o no haber dicho alguna mentira en su vida. Existen los que dicen verdades a medias y los que dicen las cosas de forma que siempre puedan cambiar el significado cuando les interesa y con quien les interesa. Las personas decimos mentiras, la sinceridad absoluta no existe. Mentimos continuamente, y sobre todo nos mentimos a nosotros mismos.
Constataba la filósofa Hannah Arendt (1906-1975) en su artículo “Verdad y política” que: «Nadie ha dudado jamás que la verdad y la política nunca se llevaron demasiado bien, y nadie, por lo que yo sé, puso nunca la veracidad entre las virtudes políticas”. En la política, la mentira supone una parte importante en sus discursos, hay que mentir bien y conseguir que siempre haya siempre un punto de verdad que camufla la mentira. La mentira política no es patrimonio de nadie en particular, podemos afirmar que todos lo hacen y que todos intentan engañarnos. Dijo el presidente de Estados Unidos Abraham Lincoln que: “Es posible engañar a unos pocos todo el tiempo. Es posible engañar a todos un tiempo. Pero no es posible engañar a todos todo el tiempo”. Pero, lo siguen intentando, poniendo a examen nuestra inteligencia.
Pero, hay una cierta parte de la política, esa derecha extrema que le gusta engañar a los que conviven con el paro, la jubilación, la desesperanza, los desahucios hipotecarios y todas las consecuencias de la pandemia. Una cierta parte de la política que defiende a los ricos y a los poderosos, que a fuerza de repetir mil veces la misma mentira acaba teniendo visos de verosimilitud. Ya estamos acostumbrados a que nos mientan, pero encima no querrán que nos los creamos. Aunque la mentira tiene las patas muy cortas, no siguen alimentando un discurso del odio contra todos los diferentes, bien por razón de su origen, religión, género, orientación sexual o los conocidos en argot técnico como «MENA» (menores extranjeros no acompañados). Chicos y chicas menores de 18 años, migrantes, que se encuentran separados/as de sus padres y que tampoco están bajo el cuidado de ningún otro adulto.
Las redes sociales se han llenado de imágenes de un cartel de la campaña de VOX para las elecciones madrileñas en la estación de Renfe de Sol, con el mensaje “un MENA 4.700 euros al mes, tu abuela 426 euros de pensión/mes”. Al final consiguen, lo que pretenden, «entrar al trapo». Pero, aunque entre todos les hacemos la campaña, no podemos callarnos y decir muy claro: ¡Mentira, es mentira! Dicha cantidad no es ningún caso una paga directa a los menores extranjeros no acompañados como pretende convencernos el cartel. Intentando difamar a un grupo vulnerable y justificando su discriminación. Estas actitudes solo pretenden negar a estos grupos el acceso a bienes públicos como el empleo, la vivienda, la sanidad o la educación, y condenarlos a su exclusión y marginación. Cuidado que los que nos engañan, pueden ser los responsables de la Consejería de Políticas Sociales y de Familia de la Comunidad de Madrid. No lo quiero ni imaginar…