La inmigración es un problema de derechos humanos, aunque algunos no se lo crean, los migrantes también tienen derechos. Más de 70 migrantes y refugiados murieron ayer, por el hundimiento frente a las costas de Libia en una patera con 120 personas. La crisis migratoria ha llevado a Canarias a más de 15.000 personas en lo que llevamos de año, por detrás de los 19.000 que llegaron en 2017 y muy lejos de la crisis de los cayucos de 2006, con 39.000 migrantes Este pasado fin de semana han llegado, desde las costas africanas, más de 2.000 personas, récord histórico en 48 horas. Se ha visto, en el muelle grancanario de Arguineguín, un campamento de la vergüenza: miles de personas en condiciones inhumanas, viviendo, comiendo y orinando, durmiendo sobre mantas, hacinados en carpas de emergencia. Esto no es un asilo humanitario, ni responde de ninguna forma, al respeto de los Derechos Humanos ni a los Convenios Internacionales.
Como en anteriores crisis migratorias en Canarias, se ha recurrido a contar con los espacios hoteleros para alojar a los inmigrantes que han llegado, una medida que es la única solución, por no disponer de las infraestructuras adecuadas para una acogida humanitaria. Cuestión que ha sido aprovechada por la ultraderecha, para comenzar hilos en Twitter en contra de la inmigración: videos manipulados, opiniones en la prensa y redes sociales, sobre el efecto llamada y vender la idea de que mientras los migrantes disfrutan de los hoteles, los canarios padecen la miseria. Haciendo alusión, también a los falsos argumentos, de siempre: de la «paguita» y el «derecho a quedarse». Unos argumentos xenófobos que se reproducen una y otra vez, en los medios de comunicación y en las redes sociales, que van calando en la población.
Nadie huye de su casa y de su país por gusto, no basta con el control de fronteras, se requieren respuestas por parte de los Estados para que no se vulneren los derechos de las personas, tal como se recoge en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que dice: «Artículo 13.1. Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado. 13.2. Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso el propio, y a regresar a su país.» Porque ningún gobierno es ajeno a la inmigración y a las causas que obligan a estas personas a salir de sus países, ningún país debería rechazarles y todos tendrían que fomentar medidas para su alojamiento, manutención, escuela, trabajo y todo lo que promueva procesos de integración, considerándolos ciudadanos de pleno derecho.
La inmigración no es una invasión, ni es que se dejen la puertas abiertas a los migrantes, porque no es solo un problema de Canarias y de España, es cuestión de todo Europa, el buscar soluciones humanitarias a todas estas personas que huyen de sus casas. Fracasaron el intento de reformar el sistema de cuotas para reubicar a los solicitantes de asilo entre los Estados miembros y abrir centros de recepción en los países europeos que no tuvieran tanta afluencia de migrantes. El resultado es que cada embarcación que llega a las aguas jurisdiccionales de cualquier país solo muestran rechazo para acogerlos y que incluso ponen problemas a que las ONG les rescaten. Porque no se puede culpar a los migrantes de los problemas económicos y sociales de los países de acogida. Debemos combatir desde nuestra posición personal: la xenofobia, no fomentar la tensión entre la población y los migrantes, y ser capaces de anteponer la solidaridad a todos nuestros prejuicios. Si nos dejamos llevar por los mensajes de la ultraderecha, perderemos nuestros mejores sentimientos como personas…