El forofismo de la corrupción sigue sin darnos tregua. En la galería de corruptos de uno u otro partido, sea de la derecha o de la izquierda, parece que hace variar nuestra capacidad de reflexión, nos convertimos en forofos. Vemos la paja en el ojo ajeno, y no vemos la viga en el nuestro, vemos la corrupción en el partido político contrario, pero sin embargo no reconocemos la corrupción cuando nos atañe a nosotros mismos. Hemos convertido a la política en un hooliganismo similar al del escenario futbolístico, donde todo parece estar permitido con los colores de tu equipo de fútbol. Al igual que un jugador de nuestro equipo hace algo negativo sobre el campo siempre hay una justificación, parece que estamos haciendo lo mismo con los corruptos. Se ha caído en el «y, tú más». Parece que no nos preocupa el que exista corrupción y corruptos, solo que el contrario es más. Todo esto crea que la credibilidad de la política se desvanezca.
Lo peor es que el forofismo hace que si existe un corrupto o defraudador, no solo le eximimos de responsabilidad, sino que llegamos a decir que es víctima de un ataque. Hemos convertido la política en un alineamiento mimético de lo que lo hacen los responsables de nuestro partido político, una militancia inquebrantable, pase lo que pase y haga lo que hagan, a prueba de escándalos. Los políticos, los que nos representan, se han saltado lo que respecta al juego político y democrático del debate entre diferentes. Son lo más parecidos a hooligans que prefieren atacar a consensuar cualquier decisión por sencilla que parezca. La política se ha convertido en enfrentamientos, discusiones y argumentos sin razones, donde solo queda visceralidad y violencia. Pero, cuando se alcanza el mayor nivel de forofismo y de hooliganismo en los partidos políticos es cuando aparece la corrupción. La corrupción favorece el crecimiento de la inestabilidad institucional y el persistente desgaste de las relaciones entre individuos con las instituciones y política en general.
El forofismo de la corrupción han acrecentado el impacto de ciertas prácticas corruptas, de luchas por el poder y beneficios personales. Donde existe una división entre lo público y lo privado, donde es muy difícil aislar la actividad pública de la actividad privada, por sus múltiples interconexiones, ya que funcionan en realidad superpuestos. No podemos hablar de la moralidad del sector público, tenemos que hablar de control, se hace lo que se controla y pone trabas a poder hacer cosas incorrectas. La corrupción es toda acción u omisión de una persona, que confunda lo público con lo privado, a los efectos de obtener algún beneficio personal, aparte de ser una falta a la justicia social.