El empleo partidista de lo que es de todos.

Cualquiera debería evitar el empleo partidista, interesado y oportunista de cosas que son de todos, aunque parece que eso es lo único que preocupa a determinados partidos políticos y a determinados hinchas violentos o «hooligans», que viven de la política y que en teoría nos representan a todos nosotros. La excitación emocional en el comportamiento de los políticos se ha convertido en una asignatura obligatoria, no quiero decir que dicha utilización sea patrimonio de la derecha o de la izquierda. Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra. Una cosa es un político que defienda sus ideas e incluso sus siglas de partido con apasionamiento y otra cosa muy diferente es utilizar ciertos temas, como banderas, instituciones e incluso idiomas para utilizarlas como pretexto para reavivar las más bajas pasiones en la ciudadanía.

El empleo partidista no es solo una costumbre de la clase política, aunque son los principales culpables de esa utilización de las emociones en cualquier manifestación pública. Después se van extendiendo como una balsa de aceite en medios de comunicación y redes sociales, para incendiar la opinión de esos ciudadanos y ciudadanas que cada vez están más desilusionadas de la política tradicional y que sus únicas alternativas son la indiferencia o votar a los populismos. Además, de un peligro que dicho empleo partidista sea una forma de amplificar la violencia e incluso incitar a la desobediencia, no solo de las personas sino también de las instituciones. Cuando se intenta volcar solo las emociones y no se busca la coherencia de las argumentaciones, se está jugando con fuego y nos podemos quemar todos.  

Ni la bandera española, ni el español, ni la Constitución, ni incluso la monarquía y por supuesto tampoco el ejercito, la policía o la Guardia Civil no son de alguien en concreto, de un color o de una ideología política, son de todos, da igual lo que votemos. Nadie tiene el derecho de utilizar cosas que son de todos en su provecho partidista, porque en un Estado de Derecho, no puedo aceptar que las instituciones, la bandera, la Constitución o la Guardia Civil estén para defender a unos en concreto o por lo menos eso creo yo. Un sesgo persistente en la visión de  la derecha y la ultra derecha es su propensión a enfatizar ciertas cosas como suyas e incluso a parecer supuestamente, que intentan a través de su hooliganismo, buscar algún tipo de reacción de desobediencia contra el Gobierno de España y el Estado, en nombre de un falso patriotismo.

La Guardia Civil, como el ejército o todos los tipos de Policía Nacional o autonómica, se deben como instituciones profesionales a la Constitución, como norma fundamental del Estado, deben guardar respeto y obediencia. Las Instituciones representan un factor de estabilidad y fortalecimiento de la nación, nadie debería atacar sus principios y fundamentos, ni debería enfrentarlos a las decisiones de un Gobierno legitimo, porque eso sería volver a repetir los errores del pasado. Cualquier gobierno tiene el derecho de escoger sus mandos de confianza, de realizar los cambios que juzguen convenientes, sin tener que prejuzgar que los de antes eran los mejores y que los que los sustituyan puedan ser igual de válidos. Lo han hecho todos los partidos y lo seguirán haciendo y eso no significa ningún ataque, ni ningún descrédito a nadie…

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  1. La destitución de Pérez de los Cobos, es una decisión política, equivocada o no, pero no creo que represente ningún ataque a la Guardia Civil. La oposición de la derecha y ultra derecha puede criticar al Gobierno e incluso a la actuación del ministro del Interior, Grande Marlaska, pueden pedir su dimisión o cese. Pero, eso jamás debería ser una excusa para sobrepasar esa frontera peligrosa, en que parece que se esté buscando otra cosa, por las insinuaciones y comentarios de determinados políticos. Si lo que se busca es la insubordinación de las Fuerzas Armadas, y más concretamente en la Guardia Civil, como instituto armado de naturaleza militar, eso solo tiene un nombre supuestamente.

    La prudencia no la conocen ni los unos ni los otros, tanto Gobierno como la oposición, ni conocen la responsabilidad de ponerse a solucionar el problema de la mayor crisis social y económica, hasta ahora conocida. Si algunos creen que la solución es derrocar a un Gobierno, como sea y buscando cualquier pretexto, se equivocan. No me siento representado por esta política, aunque me preocupa aún más, que la solución sea el triunfo de un populismo de derechas o jugarnos la democracia. Ustedes sabrán, pero desde mi punto de vista se equivocan, necesitamos más soluciones y menos crispación.

    Ahora, tendremos que escuchar y leer en medios de comunicación, en redes sociales a esos opinadores sin criterio, demagogos, apocalípticos, superficiales de toda calaña y condición, para seguir enfatizando y utilizando de una manera partidista lo que parece que solo es de ellos. Y, que a los demás por pensar diferente, nos convertimos en sus enemigos y en personas antipatriotas, una pena de verdad… Mientras tanto, más paro, más colas del hambre, pero, eso no parece ser lo más importante para quienes nos representan.

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