El edadismo y la dependencia como discriminación.

El envejecimiento de la población ha supuesto un incremento considerable en términos absolutos y relativos de nuestros mayores, el edadismo y la dependencia se han convertido en una forma de discriminación en nuestra sociedad, tras el racismo y el sexismo. El edadismo y la dependencia se convierten en factores relevantes para llevar a los ancianos a las residencias de mayores y centros de día, que por su problemática familiar, social o económica, no pueden ser atendidos en sus propios domicilios. En estas últimas décadas se ha pasado de los antiguos asilos de ancianos a unas residencias de mayores, tanto públicas como privadas, que han coincidido con el cambio de modelo de familia, la incorporación de la mujer al trabajo y la falta de recursos sociales para que los ancianos tengan que abandonar sus hogares.

Las residencias de mayores deberían proporcionar una ayuda asistencial, ocupacional, social, médica, terapéutica y psicológica para que encontraran nuestros mayores la mayor seguridad y calidad de vida en su vejez. En nuestro país las residencias de mayores, tanto públicas como privadas, ofrecen una atención digna que es sometida a la regulación por parte de las Administraciones. Aunque como en muchos aspectos de la sociedad, puede haber hacinamiento, falta de recursos materiales y humanos, precariedad e incluso mercantilismo. Porque muchas residencias son un negocio, donde importa más la rentabilidad que los propios residentes, donde estándares de atención y de calidad al residente dejan mucho que desear. Y, que conste que no es solo una opinión, es una constatación que he vivido personalmente. 

Las residencias de mayores son siempre un colectivo de riesgo, donde primero por la edad y después por sus patologías, la curva de contagios ha sido más que en el resto de la sociedad, no se han realizado test para tomar medidas de aislamiento y las consecuencias están siendo catastróficas. Sin querer mencionar porcentajes erróneos, las residencias de ancianos están siendo el principal foco de coronavirus y de abandono de ancianos. De momento sin ninguna solución, por parte de las Administraciones, porque no basta con desinfectar las residencias el ejercito. Ni culpabilizar a las residencias de falta de asistencia sanitaria. 

El edadismo se convierte en nuestra sociedad en un desprecio por la edad, que pasa en el mundo laboral y en la sociedad en general, y por supuesto pasa con nuestros mayores. Parece que los mayores molestan a los demás y los tienen que relegar en algún sitio. Después, algunos hablan casi de veneración, respeto y agradecimiento a los mayores, pero quizás algunos se olvidan de ello. El coronavirus está mostrando lo mejor y lo peor de nuestra sociedad, las muertes en las residencias nos demuestran una cierta desidia en las actuaciones por parte de las diferentes Administraciones. Y, ahora hay algunos, que se atreven a plantear como solución ante el colapso sanitario, negar los respiradores y las camas de las UCI, simplemente dejarlos morir… 

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  1. Dejar morir a una persona por ser un anciano, es una decisión inhumana, aunque sea por no contribuir al colapso del sistema sanitario. Es la opción que tienen en Holanda, dejar que los ancianos contagiados con coronavirus, se queden en casa o en la residencia de ancianos, para que no se colapse el sistema sanitario y poner en menor riesgo al personal sanitario.

    La discriminación de las personas por edadismo, no es justo, porque esos hombres y mujeres se han sacrificado, durante muchos años de su vida, en construir el estado de bienestar que todos disfrutamos ahora. Si defendemos una sociedad inclusiva, entre hombres y mujeres, también hemos de defender que todos los miembros de la sociedad se merecen la misma dignidad y oportunidades de vivir, independientemente de su edad.

    Esta decisión no tiene nada que ver con el derecho a una muerte digna o eutanasia, eso es prácticamente como la matanza sistemática en los campos de exterminio nazis a los que consideraban «indignos de vivir», debido a que padecían alguna enfermedad mental o impedimentos físicos. No podemos admitirlo en una sociedad moderna y avanzada como la nuestra. La única esperanza de nuestra sociedad es no dejar atrás a nadie.

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