Diada de Catalunya.

Por quinto año consecutivo la Diada de l’ Onze de Setembre  toma un carácter reivindicativo a favor de la independencia de Cataluña, se ha organizado un 11-S descentralizado en cinco ciudades: Barcelona, Tarragona, Lleida, Salt y Berga. La asistencia, según medios catalanes, destacan una gran afluencia y una muy pobre, según diversos medios digitales nacionales.

Miles de personas que se han lanzado a las calles en las cinco manifestaciones simultaneas son menos que la afluencia de las últimas ocasiones, pero sigue siendo muchas personas para reivindicar la independencia bajo el lema ‘A punt’ (A punto). Lo importante no es el número de personas en la calle, pero la calle constata que el independentismo está esperando respuestas políticas.

La reclamación secesionista catalana sigue muy viva, eso se vive en la Diada, se sigue reclamando un referéndum a la escocesa o unilateral sobre la independencia ante un Gobierno central que sigue en funciones y un Estado que permanece bloqueado por la ausencia de un nuevo Ejecutivo, esperando posiblemente a unas terceras elecciones. El movimiento soberanista sigue mostrando su capacidad de convocatoria y reforzando desde la calle el llamado «proceso de desconexión» que promete el Govern de la Generalitat.

Los independentistas están muy movilizados, mientras que la otra mitad de la población, los no independentistas son incapaces de aglutinar sus fuerzas y formar una alternativa al independentismo. Ciutadans y el PP  apoyan con su no a la independencia, mientras que el PSC  ha sido partidario y contrario al “dret a decidir” (derecho a decidir) el mismo año.

El llamado problema catalán no se soluciona y ahora está influyendo en la gobernabilidad de España, porque si Convergència no se hubiera pasado al independentismo, hoy CiU sería el que daría la investidura a Rajoy. Y, como son independentistas el PSOE se ha negado a buscar su apoyo para formar un posible gobierno. El independentismo sigue y seguirá vivo, con la ley o al margen de la ley, está esperando una solución del gobierno de España o el proceso de independencia puede llegar a un momento de fricción muy desaconsejable entre España y Catalunya. Mientras persista el problema catalán y no se busquen soluciones, tendremos dos problemas el catalán y el español.

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