El derecho al aborto no debería ser un debate ideológico ni político, ni
unos supuestos decididos por terceras personas, con los que la mujer puede estar de acuerdo o no. Porque toda mujer debería tener derecho a decidir si quiere o no abortar, y que nadie se sienta con el derecho a opinar sobre ello. Nunca se debería obligar a una madre a traer al mundo a un hijo que no desea. Una mujer si quiere abortar lo hará sea o no legal, y el hacerlo de una forma clandestina solo supone un riesgo para la salud para la mujer y por lo tanto se convierte en una cuestión de salud pública. El sistema sanitario debe garantizar de manera reglada, segura y gratuita el derecho al aborto.
Algunos partidos políticos optan porque el aborto sea un delito y parece que les gusta sacar dicho tema en las campañas electorales. La interrupción voluntaria del embarazo es un derecho, que debe ser garantizado por el Estado y legislado desde el Ministerio de Sanidad y no de Justicia. Penalizar el aborto es limitar el derecho a decidir de las mujeres, porque es algo privado y personal que la mujer sea la única que tenga capacidad para decidir si quiere tener o no un hijo o una hija.
El 5 de julio 1985, el Gobierno socialista de Felipe González aprobó, desde la II República, una ley para la despenalización parcial del aborto. Treinta y cuatro años después, seguimos dando vueltas al tema de los supuestos y de la ley de plazos. Los partidos de derechas y los postulados de la jerarquía eclesiástica católica, quieren regular el aborto para reforzar la protección del derecho a la vida, limitando los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres.
El número dos del PP por Madrid, Adolfo Suárez Illana, ha defendido este jueves en los micrófonos de «Onda Cero» que «hay que ayudar a las mujeres que tienen que decidir si quieren ser madres de un niño vivo o muerto», aseverando que: «Los neandertales también lo usaban, lo que pasa es que esperaban a que naciera y entonces le cortaban la cabeza», «lo que no es un embrión , es un tumor» y que «cuando una mujer tiene dudas sobre si tener un hijo o no, el Estado debe estar ahí para ayudarla». La derecha apuesta por la vida. Las mujeres y los que defendemos su derecho a decidir, apostamos por la libertad…
El derecho a la vida, con el rechazo al aborto y a la eutanasia, ha vuelto de nuevo a una campaña electoral. Los obispos entran también en campaña pidiendo el voto a los partidos que defienden la vida y la familia tradicional. A esos partidos que por conveniencia electoral, se empeñan en divulgar una imagen de la derecha ultracatólica, de la caverna conservadora, reaccionaria y reacia a aceptar avances en los derechos civiles.
Porque esta sociedad está compuesta de fieles de muchas religiones, de agnósticos, de ateos, de liberales, de conservadores, de pobres, ricos, clase media, heterosexuales, homosexuales, familias numerosas, padres y madres solteras… Ahora, deberemos hacer otra distinción: los que defienden el derecho a la vida y los que defienden su derecho a decidir. Todos somos libres de votar al partido que creamos que defiende mejor nuestros intereses.
No es cuestión de que todo el mundo pensemos igual, ni que compartamos todos las mismas ideas, pero tampoco se puede admitir la intolerancia ni de unos ni de otros. Pero, una cosa son derechos civiles y otra muy diferente la moral de una religión. Por aprobar una ley del divorcio, no significa que haya más divorcios; ni por aprobar una ley del aborto, aumenten los abortos; ni por aprobar una ley sobre la eutanasia tengan que aumentar las muertes.
Cada uno es libre de hacer lo que cree, tiene o se ve obligado por motivos diferentes a tomar una decisión, pero que exista una ley no le obliga a hacerlo, simplemente lo regula. Por eso, no entiendo ese desenfrenado interés por parte de los partidos de la derecha de recortar los derechos civiles de todos los ciudadanos por cuestiones
morales. Porque existen comportamientos hipócritas en votantes de derechas que también se divorcian, abortan y piden la eutanasia… No se puede estigmatizar, debemos aprender a convivir con todos y a que cada uno forme parte del concepto plural de la sociedad