Hoy se cumplen cinco años de la «Spanish revolution», aquella manifestación que derivó en una acampada en la Puerta del Sol de Madrid y en muchas plazas de España. Una gran protesta de indignación, durante más de un mes y que marcó el inicio de un ciclo de movilizaciones. Un ejercicio de democracia cristalina y directa que propició una explosión de la conciencia política y la discusión pública. Se señalaba a los culpables de la crisis, se apelaba a una democratización del sistema, el «no nos representan» unió gente normal con activistas, había transversalidad, La izquierda miró desconfiada y la derecha asustada. Era un fenómeno diferente.
El 15-M después de la disolución de la acampada de indignados, mutó e hizo su expansión en los barrios, con ampliación de comisiones y a través del activismo intentó hacer frente a dramas sociales como los desahucios. Muchos de los activistas dieron el paso a la política institucional, tanto a través de Podemos como de IU y las candidaturas de unidad popular.
Podemos no representa el movimiento de la indignación, del 15-M, aunque fueron los que mejor supieron aprovechar el contexto, deslegitimando el bipartidismo de PP y PSOE y abriendo un campo de juego nuevo. Algunos activistas han terminado ocupando los mismos escaños que entonces despreciaban, se han convertido en concejales y parlamentarios para intentar cambiar las cosas. De momento, se han cambiado pocas cosas, pero conceptos como la corrupción, la transparencia de las instituciones, el fín de los privilegios de la clase política, reformar la Constitución y la ley electoral, la dación en pago para evitar los desahucios,… Se han convertido en elementos básicos en el discurso político.
El 15-M denunció una democracia secuestrada por los mercados, la necesidad de políticas alternativas y dar lugar a un nuevo ciclo de luchas. Es un movimiento que no está agotado, porque las causas que lo vieron nacer, se han acentuado. El 15-M traduce una necesidad de opinar y de ser tenido en cuenta que los partidos e instituciones tradicionales no nos ofrecen.
Entre la utopía y el pragmatismo, el 15-M es un movimiento social, que tiene como aspiración «influir» y aunar las conciencias para que la sociedad y sus instituciones cambien. Los poderes no han entendido el mensaje del 15-M, han despreciado a esos ciudadanos indignados que se manifiestan, criminalizando dichas acciones con la ley mordaza. Pero, las ideas del 15-M han conseguido ya un cambio, su influencia en las redes sociales y el aglutinar las clases medias en riesgo social, los jóvenes desesperanzados y los miembros antisistema creará una transformación social que terminará consiguiendo cambios en las instituciones. El movimiento 15-M ha gestionado indignación, propuestas y acciones. Han pasado cinco años de una indignación olvidada, pero, los cambios definitivos llegarán solo desde los partidos políticos, en la mano de Podemos está que la indignación no se olvide.