Alepo era la mayor ciudad de Siria, una de las ciudades más antiguas del mundo, desde al menos el 1800 a.C. Fue asiria, persa, griega, romana, bizantina, colonia francesa y finalmente perteneciente a la República Árabe de Siria, para acabar destruida, llena de muertos y de dolor en una guerra de Siria que dura ya cinco años, y en la que han fallecido más de medio millón de personas.
Alepo es el resultado de la estupidez humana, no sabemos quiénes son los malos y quiénes defienden la causa justa, muchas guerras dentro de una guerra. Hemos olvidado las miserias de Vietnam, Afganistán, Ruanda, Yugoslavia y ahora tenemos la guerra de Siria. Lo que comenzó como un levantamiento pacífico contra el presidente Bashar al Asad se convirtió en una sangrienta guerra civil, no sabemos si el culpable es Bashar al Asad, o los rebeldes que luchan contra él. Demasiados países posicionados con uno u otro bando: Rusia, Irán, EEUU, Gran Bretaña, Egipto, Arabia Saudí y otros estados del Golfo, para acabar todos siendo responsables de tantas muertes y destrucción. La guerra se ha convertido en unas imágenes más de televisión, la muerte y los refugiados huyendo de Siria en una vergüenza que nadie ha querido solucionar.
Los bombardeos en Alepo, han sido indiscriminados, no han hecho distinciones entre civiles y rebeldes, ambos bandos han utilizado a la población civil como rehén. Miles de personas han tenido que huir de Alepo. La caída de Alepo en manos del régimen de Bashar Al Asad no es el final del conflicto. La batalla por esta ciudad, consolida al presidente sirio y a sus dos grandes aliados, Rusia e Irán, como los ganadores del conflicto y a los rebeldes, EEUU, Arabia Saudí y Turquía, como los perdedores.
Está en las manos de la comunidad internacional y sobre todo de Estados Unidos y Rusia que se acabe con la guerra civil. La elección de Donald Trump como Presidente de Estados Unidos nos despejará el fin de este conflicto o el mantenimiento de la guerra, de la muerte, la destrucción y la diáspora del pueblo sirio.