Hoy se cumplen 80 años del final de la Guerra Civil española, se ponía fin a los casi tres años de contienda, tras el sublevamiento militar contra la legalidad del gobierno de la República, el 18 de julio de 1936, que dio paso a casi 40 años de dictadura bajo el mando del general Franco. La guerra dejó, aunque nadie sabe con exactitud las cifras, alrededor de medio millón de muertos, más de 200.000 exiliados y más de 100.000 desaparecidos en fosas comunes, que aún siguen olvidados, por parte de todos los gobiernos, desde la muerte del dictador.
Ahora, que buena parte de los que vivieron la guerra, ya no están entre nosotros o apuran sus últimos años de vida. Ahora, que para los jóvenes la Guerra Civil es un tema olvidado, que se circunscribe a un tema de la asignatura de Historia. Aún sigue habiendo vencedores y vencidos después de 80 años. Y, los hijos y nietos de aquellos que sufrieron una guerra fratricida se siguen separando y enfrentando, entre franquistas y comunistas, entre nacionales y rojos.
Hacer partidismo no conduce a nada, sembrar ese atávico odio, no sirve para nada. La Transición Española no sirvió para curar heridas, simplemente para convivir en paz. Pero, siempre ha existido una crispación, sobre todo de ciertos políticos, de agitar la bandera del revanchismo, de la intolerancia, contra los que defienden y votan otra manera de entender la democracia. Con profecías permanentes del desastre que se nos avecina si gobiernan partidos de izquierda, con el odio y el sectarismo de pretender meter miedo.
La dialéctica de vencedores y vencidos, de fomentar la separación y el odio no ayudan a nuestra convivencia. Han pasado ochenta años de una guerra cainita, pero la intolerancia y los insultos de algunos políticos que tienen un concepto patrimonial de España, nos hacen retrotraer a tiempos que creíamos superados, porque la memoria histórica no es venganza, es justicia. Esos políticos agoreros, maniqueistas, que no conocen la tolerancia y el respeto, que permanentemente nos asustan con caernos al abismo, deberían de plantearse en esta próxima campaña electoral, que no todo vale para ganar votos, ni se puede tratar como tontos a todos los ciudadanos.
No necesitamos salvadores de la patria, ni hacer referencias a comunistas y fascistas, ni a los que quieren romper España… Hemos de exigir responsabilidad a nuestros políticos, la historia contemporánea española ha sido una permanente intoxicación ideológica y una lucha por la legitimidad que solo sirvió para que miles de personas murieran, tuvieran que exiliarse o acabar en las cárceles. Hoy, ochenta años del fin de la Guerra Civil, no podemos olvidar nuestro pasado, pero tenemos que pensar en el futuro. Y, con la intolerancia y el frentismo, seguirán habiendo vencedores y vencidos.