«Prohibido prohibir. La libertad comienza por una prohibición» decía un graffiti escrito en los muros de la Sorbona, hace 50 años en el Mayo del 68. Mientras miles de estudiantes, desde las barricadas parisinas, lanzaban adoquines contra la policía. Un tránsito de la modernidad a la postmodernidad, un juego de palabras por el desarrollo de la libertad, aspirando a una política mejor y a la vez mejorar el mundo.
Utilizando los medios de acción tradicionales del movimiento obrero, como la ocupación de la calle, centros universitarios y de trabajo se quiso hacer una revolución, que no condujo a ningún tipo de cambio de sistema, pero fue una rebelión contra el orden establecido. El Mayo del 68 fue algo más que una protesta política, que una revuelta estudiantil, fue un movimiento social que supuso también una revolución cultural por la lucha de las libertades. Una movilización basada en el “seamos realistas, pidamos lo imposible” y «prohibido,prohibir».
Mayo del 68 fue el estallido de una juventud desafecta, de un desencanto generacional que fracasó porque no tomó el poder político; no fue una revolución política contra el poder y la decadente burguesía de la V República. Pero, hubo transformaciones que beneficiaron a la sociedad, como demandas de autoexpresión intelectual, cultural y artística; triunfo de las libertades individuales; mejoras laborales; la liberación sexual; la emancipación de la mujer o de las costumbres, antimilitarismo… Mayo del 68 supuso un cambio en las formas organizativas, rompiendo con las jerarquías, se creó una nueva izquierda.
Aunque los que vivieron aquellas jornadas como actores o como espectadores son los que hoy nos gobiernan y dirigen nuestro mundo occidental. Los jóvenes contestatarios que lucharon contra la autoridad y la jerarquía, contra la sociedad de consumo y en contra de la sociedad capitalista, se convirtieron en los artífices del neoliberalismo económico, más individualistas, más conformistas y adictos al consumismo. La lucha sirvió de poco, solo para recordar…
Hoy 15-M, siete años de aquel estallido de indignación popular, que al igual que el Mayo del 68 fue una sorpresa, que ni los medios de comunicación, ni los políticos, ni el conjunto de la sociedad preveían esos espontáneos movimientos. Los dos tienen una estrecha vinculación, tienen un perfil marcadamente juvenil, un estallido de democracia y unos deseos de cambiar la sociedad. Si los manifestantes parisienses rechazaban la V República «burguesa», los indignados del 15-M nacieron de la frustración, del descontento y de la crisis económica, una denuncia a un sistema incapaz de resolver los problemas de los ciudadanos. Los movimientos del 15-M y de Mayo del 68 se distinguen por su capacidad para la acción y la improvisación espontánea, por su ausencia de líderes y de definición ideológica, por ser dos revoluciones que fracasaron como tales, pero que han dejado viva la utopía…