Presidente legítimo.

Decir » presidente legítimo» es hacer referencia a que se ajusta a las leyes. En España tenemos un sistema parlamentario, los ciudadanos no elegimos directamente al presidente. Es a través de nuestro voto a un determinado partido con listas cerradas, que elegimos a los integrantes del Congreso de Diputados y del Senado. Estos parlamentarios representan a los ciudadanos en las dos Cámaras y ejercen la política en su nombre y en el caso del Congreso de Diputados, son los encargados de votar al presidente del Gobierno. Por lo tanto, el presidente legítimo no es el que ha ganado las elecciones, sino el que gracias a un conjunto de fuerzas consigue la mayoría suficiente para superar una sesión de investidura por una mayoría absoluta o, tan solo, por una mayoría simple. El líder del PSOE, Pedro Sánchez, ha sido investido como presidente del Gobierno de España, por mayoría absoluta al obtener 179 votos del Congreso. Votaron a favor del candidato el PSOE, Sumar, Junts, ERC, EH Bildu, PNV, BNG y Coalición Canaria. Y lo hicieron en contra el PP, Vox y UPN, que sumaron 171 votos. Los 179 votos conseguidos por Sánchez,  constituyen la mayoría más amplia en una investidura desde 2011, en que Mariano Rajoy obtuvo 187.

España como monarquía parlamentaria, combina el principio de pluralismo político con la naturaleza parlamentaria de la monarquía. Un sistema parlamentario donde la formación del gobierno y su permanencia dependen del consentimiento de la mayoría parlamentaria. En el gobierno, es quien recaen el poder y las funciones ejecutivas del Estado, surge y se mantiene gracias al respaldo de dicha mayoría, pero puede ser destituido por medio de la moción de censura. El presidente y su gabinete están sujetos al control político, a través de diversos mecanismos parlamentarios, el gobierno surge de la mayoría y necesita de ella para seguir gobernando. En la estructura del sistema de partidos, son los partidos de la oposición, los que deben exigir controles sobre el gobierno. Esta legislatura arranca con una total falta de entendimiento entre PSOE y PP, lo que augura la dificultad de alcanzar pactos de Estado y que siempre necesitarán el apoyo de sus socios de investidura en cada votación.

El tono parlamentario de la derecha y de la ultraderecha lleva desde el 1 de junio de 2018, cuando el Congreso de los Diputados votó por mayoría absoluta la moción de censura que había presentado el Grupo Socialista al Ejecutivo de Mariano Rajoy. Después, el 7 de enero de 2020, con 167 votos a favor, 165 en contra y 18 abstenciones, alcanzando la mayoría simple exigida por la Constitución para ser  otorgada la confianza de la Cámara, decidido a gobernar con Unidas Podemos y formando un gobierno de coalición. Los insultos que el Ejecutivo y Pedro Sánchez han recibido durante estos años, siempre ha salido a colación el término de ilegítimo, cuando todos los mecanismos que se han utilizado para llegar al poder son los autorizados por las leyes. Han tenido que superar dos mociones de censura de Vox, sin visos de salir adelante. Y, el bloqueo de la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) que lleva bloqueada casi cinco años por la negativa del PP para llegar a un acuerdo.

Por tercera vez, Pedro Sánchez es presidente legítimo, con el apoyo de 12,6 millones de votos, no ganó las elecciones, pero de poco le ha servido al PP ser la lista más votada. Nos espera una legislatura, donde la derecha parece que le cuesta aceptar la soberanía popular. PP y Vox llevan inmersos en una estrategia de desgaste y oposición a Pedro Sánchez y al Gobierno de coalición durante más de tres años, ahora con la excusa de la amnistía ha comenzado una etapa de querer conquistar en las calles, lo que no se ha logrado en las urnas. Pero, la protesta es siempre legítima, pero lo que no es legítimo es la violencia. Las violentas protestas frente a la sede central del PSOE en la calle Ferraz, son el resultado de «quien siembra vientos, cosecha tempestades», que se pueden extender, ante la virulencia de la extrema derecha y la tibieza del PP.

A pesar del supuesto «fraude electoral» que achaca la derecha a Pedro Sánchez, tiene la oportunidad de demostrar que puede hacer una política parafraseando a Pedro Zerolo, donde se defienda una España donde «cabemos todos», con nuestras diferencias y discrepancias. Una España sin grises y sombras, sin violencia oral y física, donde simplemente no se ponga en duda la legitimidad del Gobierno y de su presidente legítimo. Donde el PP tiene que convencerse de que mientras busque el apoyo de la extrema derecha, si no obtiene la mayoría absoluta, le será muy complicado encontrar alianzas para gobernar. No se olviden que el presidente es legítimo, lo que no lo es, es el: insulto, la violencia, los símbolos franquistas y nazís, la violencia callejera y el ruído de sables. Todo lo que no sea respetar la democracia.

Deja una respuesta