Pateras de muerte y desesperación.

Resulta prácticamente imposible saber el número de personas que deciden subirse en una patera, en un cayuco, una barcaza, una balsa rígida o en un hinchable de juguete, para huir de su país.  Hombres, mujeres, niños que no tienen nada, que dejan lo poco que tienen, que corren el riesgo de morir ahogados en el Mediterráneo o en cualquier otro mar. Desde enero, 19.983 inmigrantes han llegado por vía marítima a España, según el Ministerio de Interior, datos actualizados a 19 de noviembre. Según los últimos datos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) revelan que al menos 2.824 personas han muerto intentando alcanzar las costas del sur de Europa.

Hay tres grandes rutas migratorias del Mediterráneo: la que conduce de Libia a Italia, la que enlaza Turquía con Grecia y la que une al Magreb con la península Ibérica. Con las medidas herméticas en las fronteras de Turquía y Grecia, el incremento de controles en aguas italianas, han disminuido las cifras de migrantes. Todo lo contrario en España, que ha habido un notable incremento de inmigrantes  marcando un récord desde 2.006.  Aparte de los 3.204 inmigrantes que han llegado a través de Ceuta y Melilla, se ha abierto el frente argelino en dirección a Murcia, los libios, los marroquíes, los subsaharianos en el Mediterráneo y en el Atlántico la llegada a Canarias de subsaharianos de Mauritania y Senegal.

Nadie busca soluciones políticas para atender a los inmigrantes y refugiados que huyen de sus países, el gobierno español en un discurso alarmista ante el desbordamiento provocado por la llegada de  pateras, habla de «avalancha alarmante»,  «ataque coordinado», «asalto a las costas»… Quedando España muy lejos de las cifras registradas en Italia, con 111.552 y de las 23.826 personas que alcanzaron las costas de Grecia. La historia y los datos demuestran que, cuando una ruta se cierra, otra se abre, tenemos que estar preparados en España para que lleguen todos los migrantes, que no pudieron llegar por otras rutas. LLegar en las pateras a las costas españolas, en situación de extrema vulnerabilidad, con desnutrición, con problemas de deshidratación, hipotermia y heridas causadas durante la travesía para acabar expulsándolos sin garantías y sin respetar sus derechos.

El uso del lenguaje generando alarma, xenofobia y racismo contra los migrantes y los refugiados no soluciona el problema. Las personas que tienen como única salida las pateras, que caen en manos de las mafias que trafican con seres humanos para llegar a España, no son culpables de su situación ni se merecen arriesgar su vida en el mar por huir de una guerra, de una represión o de una necesidad económica. La falta de vías legales y seguras de acceso a otros países, es lo que obliga a que miles de personas se vean en una vulneración sistemática de sus derechos como personas.

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