Parece que el PP tiene un nuevo mantra: «nada funciona en España». Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, dice «con este Gobierno, nada funciona«. Juanma Moreno, presidente de Andalucía afirma que «España ha dejado de funcionar». El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, subraya que «España tiene que volver a funcionar«. Quieren dar una imagen de que España es un Estado fallido, un Estado que no cumple con normalidad sus principales cometidos: la seguridad de sus ciudadanos, el acceso a las necesidades materiales más básicas, la sanidad y educación o las infraestructuras. Un Estado que se caracteriza por gobiernos débiles, caracterizados por una falta de autoridad, de tomar decisiones y donde además existe un alto grado de corrupción. Este es el concepto que quiere transmitir la derecha, con sucesos como la pandemia, la borrasca Filomena, el volcán de La Palma, la DANA, la supuesta corrupción cerca de Pedro Sánchez, el apagón eléctrico del 28 de abril o el colapso ferroviario de hoy por el robo de cable en el AVE.
Decir que un Estado falla en alguna de sus funciones fundamentales, no significa que «nada funciona». La práctica totalidad de los Estados registran fallos de variado tipo, que pueden crear tensiones, que pueden ocasionar problemas políticos, sociales o económicos, pero está claro que una incidencia, es una excepción. Y, lo que está claro que una excepción no es la regla. Si nada funciona en España, significaría que la excepción se convierte en regla y que nada funciona. Desde las disfunciones de sus instituciones y la falta de legitimidad, otorgado por el cien por cien de su población. Donde España sería un Estado sin ley y que todo deje de funcionar para todos. Las desgracias que han sucedido en España durante el Gobierno de Pedro Sánchez, son circunstancias importantes en las cuales se puede cuestionar la posible gestión, pero en ningún caso podemos aplicarlo como regla.
Se debe y se puede hacer oposición, se debe pedir explicaciones y soluciones. Pero, a la oposición se le puede pedir lealtad institucional, que las ideas sean lo importante y que el discurso no se centre en atacar al oponente. En la política, conviven múltiples intereses, donde a diario se ponen a prueba, quien tiene la obligación de gobernar respetando todos los estándares democráticos y quienes tienen la obligación de hacer oposición pensando en el interés general por encima de tentaciones partidistas. España quizás pueda funcionar mejor, pero funciona. La democracia nos permite poder cambiar lo que no funciona, el PP tendrá la oportunidad, si gana las próximas elecciones y es capaz de formar Gobierno, de que España «vuelva a funcionar», pero fallar como excepción es lo normal, también para el PP.
La oposición en España se olvida del deber de lealtad con las entidades, con las personas que ocupan esos cargos de representación, Atacar a Pedro Sánchez, no lo es a la persona, lo es a lo que representa. Decir que España no funciona, es un pensamiento categórico útil para simplificar e intentar confundir a la ciudadanía. Es dejar de ser leal con el Gobierno, con el Estado, con los ciudadanos, con España y sus intereses, es postergar el bien común al interés partidista. Donde la estrategia de seguir con la confrontación, el conflicto y el desgaste permanente puede dar votos a un cierto partido, en unas determinadas elecciones, pero al final lo único que crea es desafección en la ciudadanía, descrédito de la democracia y aumento del populismo, en el que algunos piensan que con Franco «vivíamos y funcionaba todo mejor».