En un sentido amplio, el parlamentarismo se basa en la existencia del Parlamento como la voz del pueblo. Mientras que el matonismo es la “conducta de quien quiere imponer su voluntad por la amenaza o el terror”. La ultraderecha dentro del parlamentarismo siempre busca enemigos con su visión única e intransigente de la sociedad en la que vive: su modelo de nación, de religión, de raza y de familia. Todo les legitima ante el enemigo, incluida la violencia. Matones y fascistas esparcen su ideología en redes sociales con sus insultos, amenazas y bravuconadas. Son un peligro para la democracia, pero son una parte del parlamentarismo. Y, nuestra obligación como demócratas, es escucharlos y rebatirlos.
La ultraderecha impone siempre el relato y utilizan las redes sociales, no como un reflejo de lo que ocurre, sino como un mecanismos para crear realidades fake. Temas como las migraciones masivas, el avance del feminismo, el negacionismo del cambio climático, la transición digital, la globalización cultural, el desprecio por los derechos humanos… Entonces los miembros de las redes sociales entran a trapo delante de sus adversarios. Comienzan a utilizarla como caja de resonancia, dando vueltas a las mismas mentiras, creando burbujas totalmente ficticias, respondiendo a bots y trolls, alimentando sus egos y escuchando sus ecos. Después del relato, vienen las amenazas, el matonismo impersonal y a la vez piramidal. Jugando con la demagogia de la antipolítica, hablando de conceptos patrimonialistas como la libertad y la democracia. Pero, atacando a sus instituciones, a la representabilidad y la legitimad de un Gobierno.
Matonismo es no tener procesos de diálogo, de entendimiento y de acuerdo como requiere cualquier sociedad democrática y plural. Donde su populismo, siempre da soluciones radicales y sencillas a fenómenos globales y complejos, que contagian a la otra derecha, y que acaban asumiendo sus propios argumentosas. Entonces la derecha y la derecha extrema se llegan a confundir en sus discursos, en sus votaciones y pactando en sus gobiernos. Todos juntos se convierten en un peligro para la democracia. Los argumentarios ocupan el lugar de los argumentos y el debate de cuestiones controvertidas se convierte en espectáculo lamentable y en ataque permanente.
Matonismo contra parlamentarismo es incumplir la Constitución y negarse a renovar el CGPJ para mantener artificialmente una mayoría conservadora que emana de la mayoría absoluta de Rajoy de 2011 y que han perdido en las urnas. No es democrático el bloqueo que aplica el PP a la renovación cada vez que pierden las elecciones, y que sirve a la derecha para nombrar jueces casi vitalicios en el Supremo con un CGPJ caducado.