Transfugismo.

Ante la dificultad del PP de obtener apoyos de cara a la investidura, hacen llamamientos al transfugismo, al pedir el voto entre los diputados del PSOE “críticos” o “incómodos” con un posible acuerdo al que lleguen los socialistas con los partidos independentistas. Incluso la ultraderechista ha ironizado con la posibilidad de que el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, encuentre apoyos suficientes entre algunos «socialistas buenos», y han asegurado que, si logran reunir los votos necesarios, su partido no bloqueará su investidura. ¿Se imaginan que Feijóo fuera presidente con el voto de unos diputados tránsfugas del PSOE? El 10 de junio de 2003, cuando Rafael Simancas iba a ser investido presidente de la Comunidad de Madrid, los parlamentarios socialistas Tamayo y Sáez se ausentaron de la sesión e impidieron la investidura de su compañero de partido, Rafael Simancas. Esto desembocó en una repetición electoral meses después que dio la presidencia a Esperanza Aguirre (PP).

El transfugismo es el cambio de un individuo de un partido a otro. Es un ejemplo de traidor, de un individuo que viola la fidelidad debida a los electores que lo han elegido y al partido que lo ha presentado para representarlo. Los tránsfugas están guiados e identificados por un pragmatismo, una férrea defensa de sus derechos individuales y que según ellos, obran en conciencia. Aunque la mayoría de veces se esconde, el interés económico, el interés personal y el interes político. El transfugismo constituye una estafa política a la ciudadanía, facilita el debilitamiento del sistema de partidos, la corrupción y la deformación de la democracia.

Nuestra democracia está basada en el sistema de partidos, que son los que realmente se presentan a las elecciones, con listas cerradas que no dejan lugar a dudas sobre la aceptación del ideario de la formación política a la que se adscriben. Las listas electorales son diseñadas por los partidos políticos, es dificil reclamar la rendición de cuentas entre el representante y los representados. Porque uno de los grandes problemas es el tema de la titularidad personal del escaño, un individuo al ser electo es “dueño” del mismo y en consecuencia, puede marcharse a otro partido diferente de aquel por el cual llegó al poder. Así hablar de un pacto antitransfuguismo es una declaración de intenciones absolutamente ineficaz si no se tiene la voluntad de modificar la legislación que propicia estas prácticas. Como en el caso de Sergio Sayas y Carlos García Adanero, diputados expulsados de Unión del Pueblo Navarro (UPN) que ocultaron al partido que romperían la disciplina de voto, votando no a la reforma laboral y que ahora en esta legislatura han sido fichados por el PP.

Sería lamentable que la investidura de Feijóo dependiera del cambio de chaqueta, que hoy denominamos transfuguismo, de unos cuantos diputados «socialistas buenos» o simplemente la abstención como buscó Rajoy, tras dos elecciones generales y sus consecuentes intentos fallidos de formar gobierno en 2016. Donde la  gestora que tomó el control del PSOE dió la orden de abstenerse: de los 85 diputados socialistas, 70 se abstuvieron siguiendo el mandato del partido y 14 se rebelaron contra su dirección. Ahora, Feijóo solo necesita cuatro votos para alzarse como presidente del Gobierno en el pleno de investidura del 26 y 27 de septiembre. ¿Habrá sorpresas?

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