Carles Puigdemont es el mensajero del independentismo, el que lleva el mensaje, el que con su particular estrategia personal en Bruselas, da ruedas de prensa y hace constantes llamadas a la Comisión Europea de su legitimidad, recordando que los resultados del 21 de diciembre ratifican el del referéndum del 1 de octubre a favor de la independencia, su denuncia de “la deriva autoritaria del Estado español”, «el rechazo más absoluto a la aplicación del 155” y su no intención de volver a España sino es para ser President de la Generalitat.
Puigdemont es la mosca cojonera que incordia constantemente al Gobierno español, que está permanentemente en todos los medios, que su apellido está en la boca de todos, que igual es motivo de broma como de noticia, internacionalizando el mensaje del independentismo y sabiendo que sus opciones para convertirse en un President de pleno derecho son casi nulas.
Desde el 30 de octubre que salió de España destino a Bélgica, el juez en Bruselas le dejó en libertad con cargos, junto a los otros exconsellers huidos, con la única condición de no salir de Bélgica. Pasó de tener una euroorden por presuntos delitos de rebelión, sedición, desobediencia y malversación de fondos públicos a que el juez del Tribunal Supremo Pablo LLarena tuviera que retirar dicha euroorden. Encabeza la lista electoral de JxCat en las elecciones del 21-D en las que su grupo obtuvo 34 diputados, ha sido propuesto por el Parlament como candidato a President y el 27 de enero el Tribunal Constitucional prohibió su investidura.
Puigdemont lleva siempre la iniciativa, huyendo de la Justicia española, desafiando al Gobierno de Mariano Rajoy, que repite que están previstos todos los escenarios y todas las respuestas a los distintos escenarios que se puedan producir. Pero, Puigdemont sigue poniendo en ridículo a todo el mundo, aunque muchas veces caiga él mismo en ese mismo ridículo. Mientras, sigue siendo el mejor mensajero del independentismo…