Desafección política en Catalunya.

En una realidad globalizada, como la actual, también en el escenario internacional, las elecciones catalanas del 12-M han sido el resultado de la desafección política de los catalanes y las catalanas. Que solo vote el 57,94 % significa una crisis de la democracia, que las democracias no funcionan tan bien como debieran o no son capaces de afrontar nuevos problemas de dimensión global. Tampoco podemos afirmar que el votante ha dado más importancia a la dimensión ideológica que a la identitaria, ni por supuesto, que se ha acabado el «procés». Lo preocupante es que a uno de cada dos catalanes, no le ha importado participar en las elecciones y dar su opinión. Sea por descontento o por desafección política.

Los partidos catalanes durante el proceso soberanista de 2012 al 2022, La soberanía catalana fue el aspecto sustancial de sus agendas y de sus campañas, desplazando temas habituales como la sanidad, la vivienda, la educación o las infraestructuras… Todo se circunscribía a priorizar la identidad por encima de las diferencias ideológicas, con el objeto de separarse de España, siendo la respuesta de los partidos soberanistas catalanes, ante la tensión entre el gobierno central y el autonómico. Catalunya durante años ha sido el resultado de tensiones políticas y territoriales, creando dos grandes bloques: el constitucionalista y el soberanista, que coexisten; mientras los primeros quieren evitar la fragmentación del Estado español, los soberanistas se ubican en el espectro ideológico-identitario que defienden la independencia.

El PSC ha ganado las elecciones catalanas y contará con 42 escaños en el Parlament. Junts será la segunda fuerza, con 36 diputados, y ERC ha bajado a la tercera posición con 20 diputados, 13 menos. La derecha y la extrema derecha española tendrán 26 diputados: 15 del PP, que sube 12, y 11 de Vox, que se queda igual. Los Comuns, se quedan con seis diputados, dos menos. Cs desaparece. Y, la ultraderecha catalana de Aliança Catalana logra dos representantes. Queda un Parlament más de derechas y más españolista que nunca, donde la gobernabilidad depende de muchos factores y se torna en difícil, por no decir imposible. Aparte, de lo que puede implicar en la continuidad del gobierno de España, por su dependencia del voto independentista. Quizás unas segundas elecciones, podrían significar una segunda vuelta, en la que decidieran los catalanes lo que desean para el futuro de Catalunya. Incluso unas nuevas elecciones generales, pero todo ello con esa desafección política, que solo favorece al populismo de la ultraderecha, en una población media más precarizada, una población cada vez más global con mayor inmigración y una desafección política en los partidos tradicionales.

El dato más relevante en las elecciones al Parlamento de Cataluña es que por primera vez en democracia los partidos independentistas no logran sumar los suficientes apoyos para alcanzar la mayoría absoluta. Después de una década de «procés», el PSC ha ganado las elecciones, como el PP ganó las elecciones generales del 23 de julio de 2023, pero eso no les asegura la gobernabilidad y conseguir la presidencia de la Generalitat. Y, Puigdemont esperando aún, a ser President. Ahora, nos toca esperar, a que la necesidad haga el resto y que los partidos políticos lleguen a unos posibles acuerdos, antes, que llegar a unas nuevas elecciones.

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