Emmanuel Macron, Presidente de la República Francesa ha elegido a Michel Barnier, como primer ministro dentro de las filas de Los Republicanos, un partido heredero del gaullismo que apenas obtuvo el 6% de los votos en primera vuelta, apoyaron tácitamente las candidaturas de Le Pen. Un «coup de force», que contradice lo votado por los franceses en las urnas, el pueblo ha votado una cosa y Macron ha decidido otra cosa totalmente diferente. Como diría el Partido Popular, en Francia el primer ministro no es el que ha ganado las elecciones, porque las elecciones las gano en segunda vuelta, la coalición de izquierdas Nuevo Frente Popular (NFP).
El presidente Macron, el 9 de junio anunció la disolución de la Asamblea Nacional, tras conocer los resultados de las elecciones a la cámara europea en Francia. La ultraderecha había ganado las elecciones en el país galo con el 31,3% de los votos y convocó elecciones legislativas nacionales. Cuando Macron fundó su actual partido en 2016, quiso crear un partido transversal, «ni de izquierdas ni de derechas» en el que tienen cabida estas dos ideologías. En la primera vuelta, la coalición presidencial, Juntos, quedó relegada al tercer lugar por debajo de la extrema derecha de Agrupación Nacional y el izquierdista Nuevo Frente Popular. En la segunda vuelta, consumó un acuerdo con el Nuevo Frente Popular y llamaron a votar al otro bloque con el fin de evitar el triunfo de la ultraderecha. El resultado fue que el RN de Le Pen quedó tercero, el macronismo segundo y quien ganó las elecciones fue el Nuevo Frente Popular: La Francia Insumisa, el Partido Socialista, el Partido Comunista, y los Verdes, entre otros.
El «coup de force» de Macron avala de este modo a la extrema derecha del RN como un partido respetable con el cual se puede llegar a un entendimiento. Mientras que la Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon, parte fundamental del éxito del Nuevo Frente ha sido acusado por los medios conservadores como: rusófilo, putinista, antisemita, antirrepublicano e incluso amigo de Hamás, así era muy difícil, que Macron confiara en la economista Lucie Castets para primera ministra, afirmando que no había una mayoría de izquierdas.
La elección de Michel Barnier, como primer ministro, es un golpe de fuerza contra la izquierda, una negación de la democracia, porque Macron ha desoído la voluntad de la ciudadanía en las elecciones legislativas convocadas de manera anticipada. Un Presidente de la República que se ha comportado como un rey absolutista, olvidando los «valores» de la República Francesa, como el respeto por los derechos humanos, la laicidad y la democracia.