Tanto el asesino como el homicida causan la muerte de alguien, ambos matan. Sin embargo sólo el asesino lo hace con premeditación, alevosía y ventaja. Normalmente en nuestro lenguaje cotidiano empleamos con mayor frecuencia el vocablo asesino que homicida, más asesinato que homicidio. Dejando estas diferencias aún más precisas, para el léxico jurídico.
El tener que morir es una realidad relativa a la vida, vivir es ser y morir es dejar de ser. La muerte puede llegar por causas naturales, enfermedades, accidentes o por un hecho violento, pero aunque nunca estamos preparados, la muerte siempre es difícil de asimilar, pero mucho más cuando es violenta y sacude de repente.
La conmoción de los seres queridos siempre que un ser allegado muere inesperadamente, les somete a una sensación de irrealidad, de estar viviendo una pesadilla y de extender el proceso de duelo. Un asesinato es un asesinato, y aunque todos tenemos mecanismos de defensa básicos de protección del dolor, se busca justicia. Aunque, la justicia se confunde con la venganza, buscando que responda al mal con una acción equivalente, sin embargo la justicia busca responder a un mal con una acción reparadora que causa bien. Cuando se espera justicia, es necesario el respeto a la victima, respeto a sus allegados e incluso respeto al que ha infringido el dolor y a sus personas cercanas. Cuando un caso judicial se convierte en un foco informativo, destacado una y mil veces por los medios de comunicación, se convierte en una vergüenza, intentando vender con el morbo y el dolor ajeno.
Cuando hay un asesinato de una mujer, de un niño o de un hombre hay que esperar el trabajo de la justicia, no a los juicios paralelos en los medios de comunicación y redes sociales, respetando siempre su inocencia. No se puede aceptar que durante el tiempo de un proceso judicial, cualquier hito sirva de excusa para publicar información. La defensa jurídica tiene que ir separada del juicio mediático. Fue en agosto de 2023 cuando salió a la luz el crimen cometido por Daniel Sancho, un año sin respetar el dolor y el duelo de ambas familias, para seguir vendiendo periódicos, programas de televisión, reuniones de tertulianos y de profesionales (psicólogos, criminalistas, forenses, abogados…) que se prestan al juego mediático.
Daniel Sancho ha sido condenado este jueves a la cadena perpetua en una cárcel de Tailandia, tras ser hallado culpable por un tribunal de Tailandia de los tres delitos por los que ha sido enjuiciado: el asesinato premeditado, el descuartizamiento y la ocultación del cadáver del cirujano colombiano Edwin Arrieta. Se le ha condenado a indemnizar con unos 107.000 euros a la familia del fallecido, que dependía económicamente de él.
Pero, no es suficiente: ahora lo importante para los medios de comunicación es la prisión que tendrá que cumplir su pena. Es indignante, que se quiera hacer noticia también, de que la prisión donde ha estado casi un año, es mucho más «amable» que las alternativas que se le presentaban. Se habla de una prisión mucho más dura, con hacinamiento, falta de salubridad y reclusos peligrosos. Evidentemente cualquier prisión tailandesa es peor si la comparamos con las condiciones que soportan los reclusos en España. Pero, por favor, estamos hablando de un señor que ha sido juzgado a pena de muerte y conmutada a cadena perpetua por colaboración, por asesinato premeditado, descuartizamiento y ocultación de cadáver, por lo tanto tendrá que cumplir su sentencia en la prisión que le adjudiquen, quizás la que se merece.