Israel y Hamás han pactado una tregua que comienza el próximo domingo. Un alto el fuego en Gaza tras 15 meses de invasión israelí. Pero, un paréntesis no es el fin del la guerra. Siempre una guerra, es una guerra perdida, nunca hay vencedores, pero si hay perdedores. Más de 46.000 palestinos asesinados, más de 100.000 heridos, sin contar los desaparecidos bajo los escombros. Una devastada Gaza, con dos millones de palestinos desplazados sin comida, sin agua, sin medicinas, sin nada… Ciudades destruidas, sin edificios, sin escuelas, sin hospitales, sin nada… Un alto el fuego, basado en la incertidumbre, como todo proceso de negociación, que tiendan a disminuir el horror de una guerra. Las partes en conflicto necesitan llegar a la mesa de negociación con su mayor capacidad demostrada y está demostrado que, precisamente momentos antes del inicio de una negociación, se incrementen las hostilidades.
Un alto el fuego que consta de tres fases que se deben cumplir una a una, con el objetivo de acabar la guerra y un plan de reconstrucción de Gaza. La primera fase del plan consistirá en un período de seis semanas, durante el cual, Hamás liberará a 33 de los rehenes que secuestró en el ataque del 7 de octubre y por su parte Israel liberará a decenas de prisioneros palestinos. Israel permitirá la entrada de más ayuda y el regreso de los desplazados. Una segunda fase, donde a partir del día 16 de la tregua, comenzará a negociarse «un final permanente de la guerra», como explicó el presidente Joe Biden. Y, la tercera fase, donde se tiene que plantear la gobernabilidad y reconstrucción de Gaza.
Un alto el fuego, no es una solución final ni una garantía absoluta del respeto a los derechos de las personas civiles, en Gaza no hace falta solo la suspensión del uso de las armas y el cese de hostilidades, hace falta que Israel reconozca al pueblo palestino como un Estado independiente, que no puede depender del arbitrio de Israel. La población palestina necesita la paz, la verificación de las fases de la tregua que se cumplan, especialmente en contextos en los cuales no hay observadores internacionales, ni ninguna institución que permita establecer un control en la resolución del conflicto. Los actores del conflicto pueden acordar este alto el fuego, sin que esto necesariamente lleve a la paz.
Las treguas pueden servir como antesala de la paz, como una estrategia para el intercambio de rehenes y prisioneros, como estrategia para disminuir la intensidad militar, para facilitar la negociación, como jugada política o simplemente para eternizar el conflicto. Israel no ha vencido al pueblo palestino, un pueblo que tiene diferentes gobiernos, según el territorio en el que vivan. Desde 2007, coexisten dos administraciones independientes y rivales políticamente: en Cisjordania gobierna la Autoridad Nacional Palestina (ANP), liderada por su presidente, Mahmoud Abbas, y en la Franja de Gaza el grupo militante islamista Hamás, responsable de la matanza del 7 de octubre. Israel, no va a permitir ni la independencia del pueblo palestino, ni mucho menos aceptar que Hamás o la Autoridad Nacional Palestina (ANP) gobiernen.
Este alto el fuego lo ha negociado Catar, Egipto y Estados Unidos, que durante 15 meses ha vetado todas las resoluciones de la ONU y le ha proporcionado armamento a Israel para que prosiguiera la guerra. Una tregua no es el fin de la guerra, porque Israel no permitirá que el pueblo palestino ejerza su legítimo derecho a la autodeterminación. El alto el fuego es demasiado frágil y seguramente se acabará rompiendo, como en guerras anteriores. El 20 de enero con Trump proclamado presidente de los Estados Unidos, todo puede cambiar a peor.