Nada cambia, si nada cambias.

Nada cambia, si nada cambias, aunque comience un nuevo año. El deseo de que las cosas cambien, la esperanza de que todo cambiará por si solo, es como esperar a la divina providencia. Muchas veces esos cambios que deseamos, que queremos o que esperamos no están solo en nuestras manos y dependen de otros. La mayoría de las personas inician con ambiciosos objetivos para cumplirlos con el nuevo año, pero al final son muy pocos los que cumplen sus anhelos. Pero, también está en nuestra mano, hacer todo lo posible para cambiar todo lo que no nos gusta. Si no cumplimos los propósitos con nosotros mismos que nos hacemos y repetimos cada año. Difícilmente lo podemos exigir a los demás. El día 1 de enero es un día más del calendario, aunque parece que todo deba cambiar por obligación. Parece, que sea el fin y el comienzo de todas las cosas, pero…

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El 2.015 ya es pasado definitivo.

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El tiempo nos lleva de un pasado definitivo a un futuro que está en nuestras manos el poderlo supuestamente modificar; el pasado se queda en nuestra memoria y el futuro podemos intentar cambiarlo. El tiempo pasa. Cada fin de año miramos atrás al pasado y nos plantemos cambiar las cosas para el nuevo año. Hemos pasado un 2.015: de desigualdad, de corrupción, de fraude, de paro, de precariedad, de pobreza, de la pérdida del Estado de bienestar, de desahucios, de violencia de género, de independentismo, de refugiados que nadie quiere, de terrorismo internacional y de unas elecciones generales en España el 20 de diciembre para acabar el año con aún más dudas para el siguiente año. No creo demasiado en esto de los fin de año, ni en los deseos hacía el nuevo año. Creo que las diferencias entre el 31 de diciembre y el 1 de enero, serán particulares para cada uno y…

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