Respeto a las instituciones.

Respeto a las instituciones, porque nos representan y porque son la garantía de nuestra democracia y porque al hacerlo nos respetamos a nosotros mismos. Respeto al presidente del Gobierno, porque es quien dirige la política gubernamental y está respaldado por una mayoría político-electoral. No, no está bien que se insulte al presidente del Gobierno el Día Nacional de España, ni ningún día, ni el espectáculo bochornoso en el Congreso de los Diputados de insultos y abucheos fuera de lugar. No hay nada como menospreciar y ridiculizar las instituciones para dañar lo que representan, que es la soberanía nacional. Si todo vale, nada vale. Respeto no solo a las instituciones, sino también a las personas. Se puede disentir con Pedro Sánchez, pero eso no significa que «todo vale», no es cuestión de restringir la libertad de expresión de los ciudadanos, sino no incitar al odio y a la violencia. Las instituciones deben ser gestionadas y consideradas con respeto, pues nos representan a todos y solo pueden ejercer sus funciones con autoridad y eficacia si los políticos y la gente de la calle las valoran como es debido.

No estoy diciendo que al presidente del Gobierno se le reciba siempre con aplausos espontáneos y gritos de adulación, ni que los ciudadanos no puedan hacer una queja legítima. Por eso, algunos critican a la monarquía, porque es la bóveda del sistema que quieren derribar y otros se dedican a atacar al presidente del Gobierno para deslegitimar a las instituciones y a la democracia. Todos los partidos políticos deben respetar a las instituciones, porque el respeto debe comenzar por respetar a los demás. Porque hoy el presidente del Gobierno puede ser de un color político y mañana puede ser del contrario. Y, merece el mismo respeto. Se ha convertido en una tradición que presidentes del Gobierno como José Luis Rodríguez Zapatero o Pedro Sánchez, reciban gritos o insultos. La crítica política es legítima, pero los gritos «!Que te vote Txapote!» por parte de una minoría de la derecha más reaccionaria en plena celebración del Día Nacional de España, con la presencia del rey y las principales autoridades militares, es una gran falta de respeto para todos los españoles.

La derecha haz una instrumentalización partidista de la Fiesta Nacional del 12 de octubre, de la bandera y de la nación. Y, no se dan cuenta que España no es solo de ellos. La derecha quiere adueñarse de la calle, como dijo en 1976  el entonces vicepresidente y ministro de Gobernación, Manuel Fraga, en la frase «la calle es mía», como símbolo que las calles no pertenecían al pueblo, sino a él, como ministro que encarnaba el Estado. Ahora, el PP quiere adueñarse de las calles, agitando las calles, tanto en contra de la supuesta ley de amnistía, como antes en contra del indulto, del aborto, del divorcio o de la educación. La derecha está apostando por la estrategía que un día desarrolló la izquierda, convencidos de que esto les hará ganar votos en unas próximas elecciones. Falta de respeto a las instituciones, a la Constitución bloqueando el Poder Judicial y queriendo conseguir en las calles lo que no son capaces de lograr en las urnas.

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