Twitter nació como una red social eminentemente textual, desde su creación en 2006, revolucionó la forma de comunicarse, permitiendo compartir pensamientos, ideas y conexiones de manera rápida y sencilla, que por su inmediatez se convirtió en un negocio del odio, por sus intervenciones irreflexivas y la generación de respuestas incrementando este tipo de comportamientos no deseados. En sus comienzos Twitter invitaba a sus usuarios a escribir preguntándole sobre lo que hacían. La pregunta ¿Qué haces? (What are you doing?), no interesaba demasiado. Después Twitter invitaba a escribir a sus usuarios ¿Qué está pasando? (What’s happening?). La idea no era describir literalmente lo que se hace, sino expresar lo que se piensa. Una red donde las malas prácticas se escudan en la tolerancia mal entendida y en el anonimato, donde siempre fue tradicionalmente más permisiva que otras redes a la hora de censurar determinados contenidos. Entonces se inundó de usuarios tóxicos, trols y haters, amigos de los conflictos y del acoso. Comenzó el discurso del odio en internet.
El 27 de octubre de 2022: Musk compra Twitter, anunció planes para reformar la plataforma. Bajo su liderazgo, Twitter se transformó en X, con cambios significativos en el diseño y las funciones de la red social, a su imagen y semejanza. Un espacio incompatible con la expresión democrática, un amplificador de propaganda de la extrema derecha. Una red que persigue el negocio, aunque dicen que la compañía ha perdido ingresos, pero ha ganado en toxicidad con las mujeres, las minorías y todo lo que pueda significar progresismo. El discurso del odio no comenzó con Twitter, ahora X. Donde buscando tener un gran número de seguidores, la forma de obtenerlos es lo menos importante.
Los propagadores del “discurso del odio” apelan a la libertad de expresión, donde según ellos, limitar el discurso del odio supone una limitación de la libertad de expresión y donde la libertad de expresión sin límites perpetúa el odio. La libertad de expresión nos ha servido para evolucionar, para aprender y para realizarnos como individuos. Cuando hablamos de “libertad de expresión”, no tiene que ser un camino del odio, la difamación o la polémica, sino como el acto de crear pensamientos, ideas, obras y opiniones, mientras que el odio solo hace daño a las personas y a las ideas.
El negocio del odio de X, a lo mejor se acabará algún día. Pero, seguirá habiendo personas atacadas por los discursos de odio por razón de género, origen étnico, orientación sexual o religión, entre otros. Seguirá habiendo un discurso de odio en la política, en los medios de comunicación que sirven para amplificar las voces de personas que no tienen suficiente con el odio en las redes sociales.